Carlos tenía, en su cabecita llena de recuerdos, sensaciones alegres, otras tristes, otras dolorosas y otras muy delicadas. Veía a cada una de las personas según le habían originado alguna de esas sensaciones. A todas las había clasificado por el impacto que le hicieron y era su forma de conceptuarlas y definirlas.
Desde su mirador infantil, sus sensaciones eran sus guías para comprender a las personas. Sin darse cuenta, las experiencias obtenían, así, una gran importancia en su vida. Con el paso de los años, reparó que cambiaban sus conceptos y sus formas de definir a las personas.
En ocasiones confundía la timidez con intenciones equivocadas, la exageración con gentes de poca sensibilidad, la gente parlanchina con personas con poca profundidad. Pero, en muchos casos, se equivocaba. Reconocía que su mirada era siempre parcial, desde sus miedos, angustias, proyectos, anhelos y realidades culturales.
Ahora veía que se podían tener unos ojos más completos, una mirada plena y una visión de la persona con mayor amplitud:
“La manera de reconocer a tu hermano es reconociendo al Espíritu Santo en él. He dicho ya que el Espíritu Santo es el puente para la transferencia de la percepción al conocimiento, de modo que podemos usar los términos como si en verdad estuviesen relacionados, pues en Su Mente lo están”.
“Esta relación no puede por menos que estar en Su Mente porque, de no ser así, la separación entre las dos formas de pensar no se podría subsanar”.
“El Espíritu Santo forma parte de la Santísima Trinidad porque Su Mente es parcialmente tuya y también parcialmente de Dios. Esto necesita aclararse, no con palabras sino mediante la experiencia”.
Carlos reconocía que con esa nueva visión podía descubrir en sus amigos, en sus conocidos, en las personas con las que mantenía contacto una visión distinta. Una línea eran sus percepciones de las personas. Otra línea era la transferencia de lo que captaba al nivel del conocimiento.
Las percepciones nuestras no eran completas, ni acertadas en muchas ocasiones, ni bien comprendidas. Las percepciones debían ser interpretadas. Ahora con la seguridad de que el Espíritu Santo moraba en nuestros hermanos, las percepciones se transferían al conocimiento subrayando al Espíritu Santo en la persona.
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