domingo, septiembre 30

UN PODER INTERNO

Pablo había visto en los rostros de muchos de sus amigos y conocidos el rostro de alegría o de tristeza cuando podía o no podía corresponder a sus peticiones. La influencia entre las personas era fuerte y potente. Unas palabras agradables y amables nos abrían todo un horizonte nuevo. 

Unas palabras toscas, además de preocuparnos y dejarnos tristes, nos abrían horizontes oscuros y cambios de dirección en nuestras propuestas. La sabiduría siempre nos guiaba para poder sortear los obstáculos y sacar la mejor solución dentro de la problemática en la que nos encontrábamos. 

El valor de las energías unidas era muy fuerte en nuestras experiencias. Los amigos eran aquellas personas que nos animaban siempre, en todo momento, aunque en algunas ocasiones no pudieran hacer más que compartir las consecuencias nefastas de nuestras decisiones equivocadas. 

Sentir una mano amiga en todo momento era el calor y la energía que nos daba ánimo a seguir en los caminos de sabiduría. Así que no se podía decir que el ser humano careciera de poder. El poder de la influencia y de la comprensión era fuerte, bien recibido, apreciado y en momentos necesario e indispensable. 

“El ego no puede oponerse a las leyes de Dios de la misma manera en que tú tampoco puedes hacerlo, pero puede interpretarlas de acuerdo con lo que desea al igual que tú”. 

“Por eso es preciso que contestes a la siguiente pregunta: ‘¿Qué es lo que quiero?’ La contestas cada minuto y cada segundo, y cada decisión que tomas es un juicio que no puede por menos que tener consecuencias”. 

“Y estas continuarán repitiéndose automáticamente hasta que tomes otra decisión. Recuerda, no obstante, que las alternativas en sí son inalterables. El Espíritu Santo al igual que el ego, es una elección que uno hace”. 

“Ambos constituyen las únicas alternativas que la mente puede aceptar y obedecer. El Espíritu Santo y el ego son las únicas opciones que tienes. Dios creó una de ellas y, por lo tanto, no puedes deshacerla”. 

“La otra la inventaste tú, y, por lo tanto, sí puedes. Sólo lo que Dios crea es irreversible e inmutable. Lo que tú has fabricado siempre se puede cambiar porque cuando no piensas como Dios, en realidad no estás pensando en absoluto”. 

“Las ideas ilusorias no son pensamientos reales, si bien puedes pensar en ellas. Pero eso es un error. La función del pensamiento procede de Dios y reside en Dios. Y, al formar parte de Su Pensamiento, no puedes pensar separado de Él”. 

Pablo pensaba que era una experiencia extraordinaria poder contar con la amistad divina por forma de ser y por constitución. Pensar juntamente con Dios no como un deseo sino como una naturalidad por tener el mismo origen lo llenaba de una alegría especial.

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