Abel había leído varias veces la idea de una sola Voz. Estaba acostumbrado a oír muchas voces. Ideas contrarias se debatían en ocasiones en su interior. Pensamientos opuestos se debatían con fuerza y la ruptura interior se hacía evidente en sus momentos de reflexión.
Debía buscar el olvido de los aspectos diversos para poder nadar y sentirse a gusto con aquellos pensamientos que le daban paz. Las ideas del encuentro, de la comprensión de todos, de la búsqueda de soluciones válidas para todos, de la universalidad de todas las propuestas eran su delicia.
En momentos había experimentado la universalidad de las almas. Había tenido conversaciones excelentes con personas que no conocía, de otros continentes, y se sorprendía de la similitud de actitudes que mantenían. Descubría una esencia común en las personas.
En su caminar buscaba caminos de comprensión mutua. No se dejaba llevar por las polémicas que los enfrentaban. Pensaba muchas veces las ideas que debía compartir con los demás porque esa repetición de ideas lo definía. Y empezaba a encontrar esa Voz que hablaba en todos como unidad esencial.
“Yo oí una sola Voz porque comprendí que era imposible que pudiese expiar únicamente para mí mismo. Escuchar una sola Voz implica que has decidido compartirla para así poderla oír por ti mismo”.
“La Mente que estaba en mí se siente todavía irresistiblemente atraída hacia todas las mentes creadas por Dios, porque la Plenitud de Dios es la plenitud de Su Hijo”.
“Nada puede hacerte daño, y no debes mostrarle a tu hermano nada que no sea tu plenitud. Muéstrale que él no puede hacerte daño y que no le guardas rencor, pues de lo contrario, te estarás guardando rencor a ti mismo”.
“Ese es el significado de: ‘Ofrécele también la otra mejilla’”.
Abel se engrandecía de la comprensión del significado: ‘Ofrécele la otra mejilla’. Era un soplo de aire fresco al saber que en todas las personas estaba la mente del Creador. Que debía buscar en los demás aquellos aspectos comunes que nos definían.
Buscar la resultante de las ideas opuestas que nos unían a todos era el gran descubrimiento que aplicaba en su vida. Abel, de esta manera, crecía.
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