Samuel pensaba que al nacer era totalmente inconsciente de quién era y cómo era. A medida que crecía su mente maduraba y captaba cosas de su entorno. Adquiría nuevas posibilidades y nuevas cualidades de su vida. Se hacía grande, pero lo que más crecía día a día era la comprensión de él mismo.
Notaba cómo pensaba, cómo decidía en sus adentros, cómo seguía con aceptación o rechazo las orientaciones de su familia. Iba creciendo en su interior una sensación de ser que se iba agrandando. Notaba que había animales que se desarrollaban hermosos en sus cualidades físicas, pero no desarrollaban otro tipo de habilidades cognitivas.
Los humanos se llenaban de cualidades de valoración, de aceptación, de rechazo, de apertura o de negatividad, de generosidad o egoísmo. Toda una serie de elementos iban apareciendo con la maduración de la mente. Encontraba que había médicos del cuerpo. Sin embargo, desde la altura de su edad, los médicos del alma no eran muchos.
Poco a poco se había hecho a sí mismo. Poco a poco había caminado por senderos personales sin ayuda de otros. Los libros silenciosos le aportaban muchas nuevas visiones. En el silencio había hablado mucho consigo mismo. El cuerpo tenía su lugar, pero no lo era todo.
La mente era su centro y le dirigía en todas sus actitudes y sus sueños. “La Expiación te confiere el poder de una mente que ha sanado, pero el poder de crear es de Dios”.
“Por tanto, aquellos que han sido perdonados deben dedicarse en primer lugar a curar, pues al haber aceptado la idea de curación, deben compartirla para así conservarla”.
“El poder de la creación en su totalidad no se puede expresar si una sola de las ideas de Dios se encuentra excluida del Reino”.
“La voluntad conjunta de la Filiación es el único creador que puede crear como el Padre, ya que sólo lo que es íntegro puede pensar íntegramente, y al pensamiento de Dios no le falta nada”.
“Cualquier pensamiento que tengas que no sea través del Espíritu Santo no es íntegro”.
Samuel se quedaba pensativo. Era algo opuesto a lo que siempre le había rondado la cabeza. El miedo a los demás le había hecho sentirse solo. Era él contra todos. En cambio, más allá del miedo estaba la confianza en todos los demás.
Esa confianza era parte de la curación. Era una manifestación de la curación. Curar la mente era confiar en que todos llevaban en su interior la marca de Dios. Y que eso le ayudaba a entender las experiencias de comunicación con personas que no conocía, pero que se entendía perfectamente.
Era diario caminar: curar y curarse. Confiar y despertar la confianza en los demás.
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