viernes, septiembre 7

SU VOZ ES DÉBIL EN TI

Luis comprendía, con las ideas que iba recibiendo, ciertas experiencias de temor que había experimentado cuando se dirigía hacia su interior en sus pensamientos y en sus reflexiones. Buscaba la luz, pero lo que aparecía era una cierta sensación de desasosiego. 

Nadie le había hablado de que la Voz del Espíritu Santo estaba en su interior. Era una intuición que nunca había podido compartir con la gente. Algunos lo tachaban de loco e iluminado. Sin embargo, Luis guardaba en su corazón las muchas ocasiones que había sentido que hablaba con la Voz y la Voz le respondía. 

Experiencias que no todos aceptaban. Por una parte, debía seguir el término medio de lo que la gente aceptaba. Por otra parte, vivía con sus experiencias personales que le daban mucha vida, ilusión, comunicación y descubrimientos que le producían un entusiasmo poco común. 

Entendía que el campo espiritual se nutría de muchas experiencias personales que no podían ser compartidas ni comprendidas. Eran soluciones muy particulares en el caminar de su vida y que otros podrían catalogarlas de rarezas inventadas. 

“La Voz del Espíritu Santo en ti es débil. Por eso debes compartirla. Tiene que hacerse más fuerte antes de que puedas oírla. Es imposible que la oigas dentro de ti mientras sigas siendo tan débil en tu mente”. 

“No es que de por sí sea débil, sino que está limitada por tu renuencia a oírla. Si cometes el error de buscar al Espíritu Santo únicamente en ti, tus pensamientos te asustarán, ya que, al adoptar el punto de vista del ego, estarás emprendiendo un viaje que le es ajeno al ego utilizándolo a él de guía. 

“Esto no puede sino producir miedo”. El ego no conoce al Espíritu Santo y por ello no puede guiarte. Además, intuye que ese Espíritu Santo desconocido puede representar su propia aniquilación. 

Ese era el conflicto interno que Luis había descubierto en su interior. Quien debía morir era el ego. La idea de la muerte de Cristo era la muerte del ego. Una vez muerto el ego, aparecía, como una resurrección, el Espíritu Santo. Por ello, el ego producía un miedo atroz porque se trataba de su propia muerte.

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