Marcos recordaba el relato de uno de sus compañeros que se sentía incomprendido y además le habían impuesto un castigo totalmente injusto. Rezumaba resentimiento desde su interior. Nadie sabía mejor que la persona propia la justicia o injusticia de ciertos castigos.
No siempre al aplicar los castigos se acertaba con el meollo de la cuestión. Las apariencias en unas ocasiones y la desconfianza en otras teñían el juicio del que aplicaba los castigos y lo desviaba de su propósito: transformar actitudes por comprensión.
En cambio, tenía en su mente una experiencia personal que le había pasado a él mismo. El director de su institución le invitó a dar un paseo camino de sus respectivas casas. La mano de su director en el hombro, la voz tranquila y afectuosa y una idea de llegar a un común acuerdo, relajó la conversación.
Marcos recogía cada una de las palabras, cada una de las propuestas y comprendió el objetivo de su director. Deseaba la unión entre todos sus profesores como elemento común de enseñanza para los alumnos/as. Fue desgranando los pros y los contras y llegaron ambos a una conclusión.
Momentos que no se olvidaban porque no se veía el castigo, la censura, la culpa, la condenación, sino la unión, la comprensión, el apoyo y los objetivos educativos. Se separaron sus caminos para ir a sus casas, pero se unieron sus mentes para seguir con sus modelos formativos.
“El ego es la parte de la mente que cree en la división. ¿Cómo iba a poder una parte de Dios separarse de Él sin creer que lo está atacando? Hablamos anteriormente del problema de la autoridad y dijimos que se basa en el concepto de que es posible usurpar el poder de Dios”.
“El ego cree que eso es lo que tú hiciste porque cree que tú eres él. Si te identificas con el ego, no podrás sino percibirte a ti mismo como culpable. Siempre que le hagas caso al ego experimentarás culpabilidad y temerás ser castigado”.
“El ego es literalmente un pensamiento atemorizante. Por muy ridícula que sea para una mente sana la idea de atacar a Dios, nunca olvides que el ego es demente”.
“Representa un sistema de conceptos ilusorios y habla en su nombre. Hacerle caso a la voz del ego significa que crees que es posible atacar a Dios, y que has arrancado una parte de Él y te has apoderado de ella”.
“De ahí procede el miedo a las represalias externas, ya que el sentimiento de culpabilidad es tan intenso que tiene que ser proyectado”.
Marcos se gozaba de que su director no estuviera en el sistema del ego y se centrara en el castigo y en la separación. Al final de la conversación, se sintió totalmente unido a su director en sus objetivos y planes para buscar la unidad y la energía del proyecto educativo restaurador.
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