miércoles, enero 16

LA INGRATITUD ES UNA LECCIÓN DE ENFERMEDAD


Carlos siempre había desarrollado en su vida la costumbre de la gratitud y de agradecer a los demás por sus ayudas desinteresadas. Esa idea le daba paz, tranquilidad y una sensación de que las cosas se hacían bien y con sensatez en la vida. Un favor, en ocasiones, no se pagaba. La gratitud reconocía, admiraba y expresaba. 

La sensación interior de agradecer los pequeños detalles, las acciones inusuales y las ayudas no esperadas, era grande, especial y placentera. Una forma de compartir la alegría que esa ayuda había provocado en el interior de las almas y no se lo callaban. Unían a las personas y se creaba una nueva energía. 

Las energías se atraían y vibraban en la misma longitud de onda. Eran gestos de placer y de una plenitud dentro del ser que respondía con una sonrisa ante esas circunstancias. 

“El sanador que ha sanado desea la gratitud de sus hermanos, pero él no les está agradecido. Ello se debe a que cree que les está dando algo y que no está recibiendo algo igualmente deseable a cambio”. 

“Lo que enseña se ve limitado por lo poco que está aprendiendo. Su lección de curación se ve limitada por su propia ingratitud, que es una lección de enfermedad”. 

“El verdadero aprendizaje es constante, y tan vital en su poder de producir que un Hijo de Dios puede reconocer su propio poder en un instante y cambiar el mundo en el siguiente”. 

“Ello se debe a que, al cambiar de mentalidad, produce un cambio en el instrumento más poderoso que se le haya dado para cambiar”. 

“Esto no contradice en modo alguno la inmutabilidad de la mente tal como Dios la creó, pero mientras sigas aprendiendo a través del ego creerás que has efectuado un cambio en ella”. 

“Esto te pone en una situación en la que tienes que aprender una lección aparentemente contradictoria: tienes que aprender a cambiar de mentalidad con respecto a tu mente. Sólo así puedes aprender que tu mente es inmutable”. 

Carlos se alegraba de su acierto en agradecer, en compartir alegría y satisfacción. Era una experiencia estupenda. También sentía que la mente cambiaba vista desde el ego. Nuestra mente era inmutable porque el Creador la creó en su expansión y era como Él era. Un pensamiento incontestable.

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