martes, enero 1

EL EGO ES COMPETITIVO POR ESENCIA


Benito pensaba en las ocasiones en que la actitud competitiva había roto amistades, hermosas relaciones humanas y había creado frustración. La competencia sólo entendía de ganancias y de victorias personales. La victoria era solamente de una persona. Las demás no contaban. 

Sin embargo, la vida era un trabajo en equipo, una ayuda en todo momento a los demás, una alegría que se compartía y no importaba quién era el vencedor. Lo importante era pasar esos momentos juntos sabiendo que todo luchaban en la misma idea, en el mismo barco y con los mismos objetivos. 

Era tan asumido que las competiciones deportivas se tenían como competiciones en estado puro. Decían que solamente se recordaba al ganador. El segundo no contaba. Menos mal que en los premios de Hollywood se destacaba al actor secundario de reparto. 

Un proyecto común era un proyecto común. “El ego, por otra parte, siempre exige derechos recíprocos, ya que es competitivo en vez de amoroso. Está siempre dispuesto a hacer tratos, pero no puede comprender que ser igual a otro significa que no es posible hacer ningún trato al respecto”. 

“Para ganar tienes que dar, no regatear. Regatear es imponer límites en lo que se da, y eso no es la Voluntad de Dios. Disponer lo mismo que Dios es crear como Él. Dios no limita en modo alguno Sus regalos”. 

“Tú constituyes Sus regalos, por consiguiente, tus regalos son necesariamente como los Suyos. Los regalos que le haces al Reino no pueden sino ser como los regalos que Él te hace a ti”. 

Era una gran fuente de serenidad sentirse parte del Reino. Eso nos producía paz y tranquilidad. Esa paz no nos hacía sentir más que nadie ni menos que nadie. Todos éramos iguales ante Su mirada, ante Su poder, ante Su complacencia. La competencia había desaparecido. 

La plenitud de sentirnos llenos no nos empujaba a buscar atajos en la vida y en los métodos para alcanzar esa fuerza y ese vigor porque ya estaban dentro de nosotros.

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