Mateo pensaba en las recaídas que se producían en algunas enfermedades. El origen de la enfermedad estaba en la mente. Los accidentes eran adversidades puntuales. La mente dirigía el cuerpo y todas las equivocaciones de la mente se proyectaban sobre el cuerpo y algo en él empezaba a funcionar mal.
El cuerpo era neutro. Quien dirigía la alegría, la bondad, la unión y la comprensión entre las personas era la mente. En muchas ocasiones, había constatado que un enfrentamiento entre personas provocaba problemas en el cuerpo. El cuerpo se defendía con todo su ardor, pero la insistencia de la mente se imponía.
En esos casos una mente desequilibrada mandaba sobre el cuerpo y desorganizaba, a su vez, el cuerpo. Curar el cuerpo sin tener en cuenta a la mente era la acción de la medicina. Curar el cuerpo y la mente era cuestión de un cambio de actitud en las personas.
“Curar es, por consiguiente, corregir la percepción de tu hermano y la tuya compartiendo con él el Espíritu Santo. Esto os sitúa a ambos dentro del Reino y reinstaura la plenitud del mismo en vuestras mentes”.
“Es también un reflejo de la creación porque unifica al aumentar e integra al extender. Lo que proyectas o extiendes es real para ti. Esta es una ley inmutable de la mente, tanto en este mundo como en el Reino”.
“El contenido, sin embargo, es diferente en este mundo porque los pensamientos que dicha ley gobierna aquí son muy diferentes de los Pensamientos del Reino. Las leyes deben adaptarse a las circunstancias si es que deben mantener el orden”.
“La característica más sobresaliente de las leyes de la mente, tal como operan en este mundo, es que al obedecerlas – y yo te aseguro que debes obedecerlas – puedes obtener resultados diametralmente opuestos”.
“Esto se debe a que dichas leyes han sido adaptadas a las circunstancias de este mundo, en el que parece posible obtener resultados diametralmente opuestos porque puedes responder a dos voces que se oponen entre sí”.
Mateo reconocía que curar era cambiar el pensamiento acerca de todos los que nos rodeaban. No se trataba de un ‘yo’ frente a los demás. Se trataba de un ‘yo’ unificado con los demás. Un simple cambio de actitud pero que daba una visión celestial de la vida. El espíritu nos indicaba el camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario