Sebas solía estar siempre contento. Su alegría natural era la característica que lo definía. En ocasiones, su corazón se detenía en un pensamiento adverso y un cierto velo de miedo se bajaba entre los dos. Su visión cambiaba. Se fijaba en la adversidad dándole un poder que no tenía.
Había descubierto que la fuerza de los contratiempos se las daba él mismo. Frente a otros incidentes, el miedo no se manifestaba y lo superaba fácilmente. Pero sabía que en algunas circunstancias un miedo irracional lo recorría y veía dificultades donde no las había.
El miedo era su asignatura pendiente. Una falta de confianza se presentaba y se dejaba llevar como un reo, preso de su angustia, sin tener ninguna otra razón. Le gustó descubrir que todas las personas sentían miedo. No era algo específico suyo. La diferencia estribaba en la posibilidad de dominar esos miedos o dejarse vencer por ellos.
“El miedo no produce alegría. La curación sí. El miedo siempre hace excepciones. La curación nunca las hace. El miedo produce disociación porque genera separación”.
“La curación siempre produce armonía porque procede de la integración. Es predecible porque se puede contar con ella. Se puede contar con todo lo que es de Dios porque todo lo que procede de Dios es completamente real”.
“Se puede contar con la curación porque la inspira Su Voz, y procede de acuerdo a Sus leyes. Mas si la curación es consistente tu entendimiento acerca de ella no puede ser inconsistente”.
“El entendimiento significa consistencia porque Dios significa consistencia. Puesto que ése es Su significado, es también el tuyo. Tu significado no puede estar en desacuerdo con el Suyo”.
“Todo lo que significas y lo único que significas procede de Su significado y es como el Suyo. Dios no puede estar en desacuerdo Consigo Mismo, y tú no puedes estar en desacuerdo con Él”.
“No puedes separar tu Ser de tu Creador, Quien te creó al compartir Su Ser contigo”.
Sebas se repetía las palabras de la última frase: “te creó al compartir Su Ser contigo”. Se quedaba momentáneamente sin palabras al considerar esa afirmación. Había escuchado muchas veces que la distancia entre Dios y nosotros era inmensa.
¿Era posible que nosotros, creados con el Ser de Dios, pudiéramos destruir al mismo Creador? En ocasiones pensaba que el error, la separación de Dios era mucho más fuerte, más poderoso que el Mismo Dios. Y eso lo debía desechar de su mente porque era una brutal contradicción.
Esas dudas que entraban en ocasiones le llenaban de miedo y minaban su confianza interior.
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