martes, enero 8

SABER CON QUIEN NOS AMISTAMOS


Pablo había tenido la experiencia de la capacidad de influencia que tienen las personas unas sobre otras. Cada persona conectaba con cierta área de cada una de las otras personas. La influencia era tal que interfería en los razonamientos de sus propias vidas y de sus propios conceptos. 

Se establecía cierta relación de maestro-alumno, de señor-criado, de amo-esclavo, de enseñanza-aprendizaje. Por una parte, había un alma abierta que aceptaba las palabras y las ideas de la otra persona casi sin ofrecer resistencia. Por otra, un cierto maestro idealizado volcaba su fuente sobre el otro. 

Era como un momento de irradiación de una mente a otra, de un pensamiento a otro, de una actitud a otra, de unos objetivos a otros. Era una relación que no se podía evitar. De ahí, la importancia que adquiría la elección de ese tipo de personas que tenían libre acceso a nuestro interior, a nuestro ser. 

“El significado de Dios espera en el Reino porque allí es donde Él lo ubicó. No espera en el tiempo. Simplemente descansa en el Reino porque allí es donde le corresponde estar, al igual que a ti”. 

“¿Cómo ibas a percibirte a ti mismo como si no formases parte del significado de Dios cuando tú mismo eres ese significado? Sólo si te consideras irreal puedes percibirte a ti mismo como separado de tu significado”. 

“Por esto, el ego es demente: te enseña que no eres lo que eres. Eso es tan contradictorio que es claramente imposible. Es, por lo tanto, una lección que no puedes aprender realmente, y que, por consiguiente, no puedes realmente enseñar”. 

“Mas siempre estás enseñando. Tienes, entonces, que estar enseñando otra cosa, a pesar de que el ego no sabe lo que es. El ego, pues, está siendo deshecho continuamente, y sospecha de tus motivos”. 

“Tu mente no puede estar unificada cuando le es fiel al ego porque la mente no le pertenece a él. Sin embargo, lo que para el ego es ‘traición’, para la paz es lealtad. El ‘enemigo’ del ego es, por lo tanto, tu amigo”. 

Pablo reconocía el poder que tenían las dos palabras utilizadas de ‘traición’ y ‘lealtad’. Dos términos utilizados en multitud de ocasiones, en muchos contextos diferentes, y en situaciones contradictorias. En cada caso ‘traición’ y ‘lealtad’ llevaban significados distintos. 

El corazón y el ser de cada persona debe decidir como un acto de libertad a quien le ofrece su confianza y a quien no le permite entrar en su interior. Esa influencia era vital en nuestras relaciones. Cada día estábamos enseñando nuestra lealtad a nuestra verdad interior. 

Al final nuestra libertad decidía con toda claridad y espontaneidad. El Mismo Dios nos quería libres sin presiones, ni amenazas, ni promesas, ni castigos. El Reino era una decisión personal en todos sus extremos.

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