lunes, enero 21

PROCESO DE CURACIÓN


Darío recordaba en muchos momentos el proceso de curación de su cuerpo y de su mente. La recuperación de su cuerpo era una alegría inmensa. La necesidad de que el cuerpo funcionara bien era la base de nuestra vida. El cuerpo sano le proveía a la mente y al pensamiento la seguridad de que no había que centrarse en el cuerpo. 

De otra manera, los pensamientos se centraban en el cuerpo y sufría con las disfunciones del mismo, No le permitía a la mente seguir con sus tareas ni con sus atenciones a las personas que le rodeaban. El pesimismo se instalaba. Su percepción quedaba afectada y no captaba con sabiduría los diversos incidentes del día. 

También se alegraba mucho de la superación de sus preocupaciones que algunos asuntos le habían causado en ciertos momentos. La mente centrada ahora en las ideas no resueltas no dejaba de dar vueltas a la contradicción y no sabía, en momentos, qué camino seguir. Sanar era una liberación. 

“Ven, por lo tanto, a mí y descubre la verdad que mora en ti. La mente que tú y yo compartimos la compartimos con todos nuestros hermanos, y a medida que los vemos como verdaderamente son, ellos se curan”. 

“Deja que tu mente brille junto con la mía en sus mentes, y que mediante el agradecimiento que sentimos hacia ellos, cobren conciencia de la luz que hay en ellos”. 

“El resplandor de esta luz retornará a ti y a toda la Filiación porque esa es tu perfecta ofrenda a Dios. Él la aceptará y se la dará a la Filiación porque al ser aceptable para Él, lo es también para Sus Hijos”. 

“Esto es auténtica comunión con el Espíritu Santo, Quien ve el altar de Dios en todos, y al llevarlo a tu conciencia para que lo aprecies, te exhorta a que ames a Dios y a su Creación”. 

“Sólo puedes apreciar a la Filiación como una sola. Esto es parte de la ley que rige a la creación, y, por lo tanto, gobierna todo pensamiento”. 

Darío quedaba boquiabierto. La idea de la exclusión no existía en el planteamiento de Dios. “Sólo puedes apreciar a la Filiación como una sola”. Cualquier exclusión que se hiciera rompería la idea de aprecio, de admiración y de pertenencia a la Filiación. 

La idea de unidad entre Dios y la Filiación se rompía de forma triste y no verdadera porque nunca en la Mente de Dios había existido. Esa idea nos había llegado del concepto de ‘separación de Dios’. Esa unidad se recomponía en nuestras mentes y nuestras mentes la compartían en feliz unión.

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