Juan se centraba en una expresión que siempre había aplicado a Jesús. Él dijo que él era el camino, la verdad y la vida. Durante muchos años entendía que esa frase no se podía aplicar a nadie más. Sin embargo, en una de sus lecturas un autor aplicaba esa afirmación a cada uno de las personas.
Fue todo un descubrimiento. Le hizo pensar que no se trataba de un modelo a seguir como persona perfecta aplicada a Jesús sino un método de descubrimiento personal que se encontraba en el interior de cada persona. Todo un cambio revolucionario en su concepción.
Ahora encontraba una precisión en la comprensión de esa afirmación que clarificaba más el asunto. La mente siempre buscaba la comprensión del camino para encontrar las debidas soluciones.
“El Espíritu Santo enseña sólo una lección, y la aplica a todo el mundo y en toda circunstancia. Dado que Él está libre de conflictos, aprovecha al máximo todos los esfuerzos y todos los resultados”.
“Al enseñarte el poder del Reino de Dios, el Espíritu Santo te enseña que todo poder te pertenece. Su aplicación no importa. Es siempre máxima. Tu vigilancia no establece que el poder sea tuyo, pero te permite usarlo siempre y en cualquier forma que sea”.
“Cuando dije: ‘estoy siempre con vosotros’, lo dije en un sentido muy literal. Jamás me aparto de nadie en ninguna situación. Y puesto que estoy siempre contigo, tú eres el camino, la verdad y la vida”.
“Tú no creaste ese poder, como tampoco lo creé yo. Fue creado para ser compartido y, por lo tanto, no tiene ningún sentido percibirlo como si fuese el patrimonio de uno solo a expensas de los demás”.
“Tal percepción lo desproveería de significado al eliminar o pasar por alto su único y verdadero significado”.
Juan agradecía las precisiones para entender de una forma más clara expresiones que siempre habíamos repetido, pero no habíamos logrado captar su esencia.
Esa aplicación universal de esa expresión era encantadora: ‘yo soy el camino, la verdad y la vida’. Poder decir eso con el sentimiento, con el conocimiento de que Jesús estaba siempre con nosotros y jamás se apartaba de nadie en ninguna situación.
Una ola de confianza subía por su garganta, por su estómago y llenaba con satisfacción sus ojos.
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