José se quedaba pensativo frente a esa totalidad del ataque. Era cierto que, en algunas ocasiones, se dirigía hacia ciertas personas solamente y no contemplaba extenderlo a otras. Pero reconocía que la herida quedaba en su interior por haber permitido que el ataque funcionara.
Esa herida interior no podía curarse mientras se mantuviera esa exclusión, aunque fuera parcial. El ego se equivocaba cuando nos repetía desde nuestro interior que ese ataque no contenía a los demás. Unos pocos no iban a cambiar la situación de totalidad.
El asunto era que mientras la herida de ataque supurara en nuestros adentros podía expresarse en otras circunstancias. Una vez que le habíamos permitido al ataque expresarse, el daño estaba hecho tanto a las otras personas como a nosotros mismos. Y eso era vital en nuestra experiencia.
“Aunque sólo puedes amar a la Filiación como a una sola, la puedes percibir como fragmentada. Mas es imposible ver algo en alguna parte de ella y no atribuírselo a toda ella”.
“Por eso, los ataques nunca son parciales y hay que renunciar completamente a ellos. Si no se renuncia completamente a ellos, no se renuncia a ellos en absoluto”.
“El miedo y el amor fabrican o crean, dependiendo de si es el ego o el Espíritu Santo el que los engendra o inspira, pero en cualquier caso retornan a la mente del pensador y afectan la totalidad la totalidad de su percepción”.
“Eso incluye el concepto que tiene de Dios, de Sus creaciones y de sí mismo. Dicho pensador no apreciará ni a unos ni a otros si los contempla con miedo. Pero los apreciará a todos si los contempla con amor”.
José veía ahora con mayor claridad la función del miedo y el amor. El miedo fabricaba. El amor construía. El miedo excluía. El amor unía. Y esos dos caminos llegaban a condicionar totalmente su percepción de los demás.
La curación del ataque en la persona, cambiaba completamente la percepción. No dejaba que el ataque se cebara con nadie y, por tanto, con él mismo. Dejar la herida del ataque en el interior era totalmente imposible. Lo primero que había que buscar era la curación del ataque en el interior de cada persona.
Lo demás procedía de una persona curada que no hallaba ocasión ni motivos para atacar a nadie. Y esa curación cambiaba la percepción, y elegía la creación y no la fabricación. La paz retornaba al interior de José y lo llenaba desde su más profunda intimidad.
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