Lucas se quedó sin palabras. Estaba sentado escuchando aquella conferencia que le había atraído. El conferenciante expresó que, si los evangelios no estuvieran en el Nuevo Testamento, el resto de los libros de la Biblia no lo motivaban en absoluto.
La afirmación parecía fuerte en su inicio. Desde pequeño le había dado una importancia a la Biblia total. Reconocía que, sin embargo, algunos libros del Antiguo Testamento le resultaban difíciles de comprender y seguir. Pero debía admitir que la vida de Jesús y sus enseñanzas vibraban con su ser interior.
Era sublime la propuesta de Jesús de que no sólo se mataba físicamente a las personas. Se las podía matar de una forma moral, con desprecio, con indiferencia y con falta de respeto. Esa idea, ese concepto de Jesús latía fuertemente en su interior. Parecía que su ser interior estaba de acuerdo en todo con esa propuesta.
“¿Qué significado puede tener la perfecta consistencia del Reino para los que están confundidos? Es evidente que la confusión del alumno interfiere en su entendimiento de tal significado, y, por lo tanto, le impide apreciarlo”.
“En el Reino no hay confusión porque sólo hay un significado. Este significado procede de Dios y es Dios. Puesto que es también lo que tú eres, es algo que compartes y extiendes tal como tu Creador lo hiciera”.
“Esto no tiene que ser traducido porque se entiende perfectamente, pero sí necesita extensión porque significa extensión. La comunicación es perfectamente directa y está perfectamente unificada”.
“Es completamente libre porque nada discordante puede jamás infiltrarse en ella. Por eso es el Reino de Dios. Le pertenece a Él y es, por lo tanto, como Él. Esa es su realidad, y no hay nada que pueda afectarla”.
Lucas con la visión clara de las propuestas de Jesús sentía una hermosa sensación de plenitud. Veía que sus anhelos interiores quedaban reflejados en los principios de relación expuestos por Jesús. Ese era su mundo interior que se gozaba cada día en pensar, compartir, experimentar y practicar en sus relaciones.
Todo un tesoro que no se prestaba a ningún tipo de confusión.
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