Juan conocía la gran cantidad de bien que una persona humana, equitativa y llena de un aprecio genuino podía hacer a los demás. Lo había experimentado él mismo. La enorme confianza que tenía a una persona de ese tipo le había hecho sacar de su interior virtudes y características insospechadas.
La desconfianza que creaba en nuestro interior otro tipo de personas, nos hacía pensar que la prudencia siempre era el medio para conservar el punto medio de no pasar límites inadecuados ni albergar expectativas que no existían.
“El Espíritu Santo siempre se pone de tu parte y de parte de tu fortaleza. Mientras en una u otra forma rehúses las directrices que te da, es que quieres ser débil. Mas la debilidad es atemorizante”.
“¿Qué otra cosa, entonces, podría significar esta decisión, excepto que quieres estar atemorizado? El Espíritu Santo nunca exige sacrificios, el ego, en cambio, siempre los exige”.
“Cuando estás confundido con respecto a la diferencia entre estas dos motivaciones, ello sólo puede deberse a la proyección. La proyección es una confusión de motivaciones, y, dada esta confusión, tener confianza se vuelve imposible”.
“Nadie obedece de buen grado a un guía en el que no confía, pero eso no quiere decir que el guía no sea digno de confianza. En este caso, siempre significa que el seguidor es el que no lo es”.
“Sin embargo, esto depende de tus propias creencias. Al creer que puede traicionar, cree que todo lo puede traicionar a él. Más esto sólo se debe a que eligió un falso consejo”.
“Incapaz de seguir ese consejo sin miedo, asocia el miedo con el consejo y se niega a seguir cualquier tipo de consejo. No es sorprendente que lo que resulta de esta decisión es confusión”.
Juan se daba cuenta de que, huyendo de la debilidad de abandonar al Espíritu Santo, se metía en un problema de consecuencias todavía más nefastas. Seguía los dictados del ego y el miedo florecía por la desconfianza, por la separación y por la distancia entre las personas.
En muchas ocasiones, en muchos episodios cinematográficos, el protagonista fruto de la desorientación, creyendo huir del peligro se internaba mucho más en el mismo. Y algo nos pasaba de la misma manera cuando pretendíamos huir de los principios de universalidad y de unión entre los humanos.
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