Mateo se sorprendía al ver cómo las premisas que pudiéramos tener en algunos momentos de nuestra vida tenían la posibilidad de alterar la verdad y nuestra percepción de lo real. Eran los efectos de nuestra libertad de poder elegir. Fuimos creados completamente libres y ejercemos esa libertad con naturalidad.
Dios Mismo nos desea completamente libres. Sin libertad no hay respeto, no hay comprensión, no hay decisión, no hay elección de lo que realmente deseamos ser. Y esa cualidad es una de las mejores que se le aplican a nuestro Dios. Por eso, no está interviniendo para impedir esa libertad que Él Mismo ha puesto.
Vive en nuestro interior. Tenemos libertad para elegir un camino u otro.
“No cabe duda de que puedes aceptar en tu mente lo que no se encuentra en ella, así como también negar lo que sí se encuentra en ella. Sin embargo, aunque puedes negar la función que Dios le encomendó a tu mente a través de la Suya, no puedes evitar su expresión”.
“Esa función es la conclusión lógica de lo que eres. La capacidad para ver la conclusión lógica de algo depende de que estés dispuesto a verla, pero la verdad de esa conclusión no tiene nada que ver con que estés dispuesto”.
“La verdad es la Voluntad de Dios. Comparte Su Voluntad y estarás compartiendo Su conocimiento. Niega que Su Voluntad sea la tuya, y estarás negando Su Reino y el tuyo”.
Mateo subrayaba esa disposición de Dios a la libertad de elección del ser humano. Al ser nosotros la imagen de nuestro creador en nuestra creación, los mismos elementos de Su Voluntad estaban dentro de nosotros. No podía ser de otra manera.
No lo tenemos en cuenta y creemos falsamente que no somos dignos de ser imagen de Dios y por ello no merecemos aplicarnos los mismos elementos de la voluntad del creador.
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