Juan veía la gran diferencia que había entre la imposición de una idea y el descubrimiento de esa idea por uno mismo. La imposición quedaba en el terreno del autoritarismo, de la falta de respeto al otro, del chantaje, de la manipulación de un ser por otro ser como si tuviera ese poder y esa razón.
En sus estudios había descubierto que cualquier concepto repetido muchas veces adquiría una apariencia de verdad. Era cierto que muchas personas arrastradas por sus intereses personales trataban de engañar para imponer sus criterios. Eso había hecho acuñar la frase: “piensa mal y acertarás”.
Tanto se había repetido que se había constituido como el principio de enseñanza de muchas mentes. No se daban la oportunidad de aceptar de buen corazón las propuestas. A todo le veían una intencionalidad malévola. Así que esa expresión: “piensa mal y acertarás”, no se aplicaba a todas las ocasiones.
Era bueno descubrir personalmente la bondad de las nuevas ideas o la equivocación de las mismas. Esos descubrimientos ayudaban mucho en la maduración y en el crecimiento de las personas. Las imposiciones creaban miedos y desconfianzas que anidaban en los corazones y destruían su natural bondad.
“La rama que no da fruto será cortada y se secará. ¡Alégrate de que sea así! La luz brillará desde la verdadera Fuente de la vida, y tu forma de pensar quedará corregida. No puede ser de otra manera”.
“Tú que tienes miedo de la salvación estás eligiendo la muerte. Vida y muerte, luz y oscuridad, conocimiento y percepción, son conceptos irreconciliables. Creer que se pueden reconciliar es creer que Dios y Su Hijo no pueden reconciliarse”.
“Solo la unidad de conocimiento está libre de conflicto. Tu reino no es de este mundo porque te fue dado desde más allá de él. La idea de un problema de autoridad tiene sentido únicamente en este mundo”.
“Al mundo no se le abandona mediante la muerte sino mediante la verdad, y la verdad sólo la pueden conocer aquellos para quienes el Reino fue creado, y por quienes espera”.
Juan vislumbraba que el origen de cada uno de nosotros estaba centrado en el Padre Celestial. Por ello, entendía la afirmación: “tu reino no es de este mundo porque te fue dado desde más allá de él”.
La idea repetida: “piensa mal y acertarás” correspondía a este mundo y sólo parcialmente. La unidad del ser humano con su origen nos daba a todos la enorme posibilidad de reconocernos como hermanos, de admitirnos como seres dignos y respetables, de aceptarnos en nuestra verdadera realidad.