lunes, mayo 7

LA IMAGEN DE TI MISMO

Adolfo reconocía que su respuesta a aquella pregunta le había sacado de su interior una seguridad que lo envolvía totalmente. La discusión del cuerpo, del fin de la vida, de la inseguridad de la vida del espíritu se estaban debatiendo. Alguien le interpeló y le dijo que no tenía seguridad de la vida del espíritu. 

Adolfo le respondió que no albergaba ninguna duda acerca de esa situación. Todos los humanos, según él, poseían ese espíritu que guiaba sus vidas y que hacían de sus experiencias algo mucho más allá del plano físico. La vida del espíritu se había desarrollado durante sus vidas. 

Afirmaba que era nuestra esencia y que, por equivocación, siempre nos habíamos adherido a la idea de que éramos un cuerpo nada más. La respuesta que dio le mostró a Adolfo la seguridad que tenía en sus adentros sobre la vida del espíritu. 

Se sentía contento, feliz, pleno y alegre. Sin darse cuenta, había dado un paso firme en la dirección adecuada. Él mismo se había sorprendido y era una forma de descubrirse una vez más. 

“La pregunta fundamental que continuamente te haces no puedes propiamente dirigírtela a ti mismo. Continúas preguntándote qué es lo que eres, lo cual implica no sólo que sabes la respuesta, sino que es a ti a quien corresponde proveerla”. 

“No obstante, es imposible que puedas percibirte a ti mismo correctamente. No tienes una imagen que puedas percibir. La palabra ‘imagen’ está siempre vinculada a la percepción y no forma parte del conocimiento”. 

“Las imágenes son simbólicas y representan algo diferente de ellas mismas. La idea de ‘cambiar tu imagen’ reconoce el poder de la percepción, pero implica también que no hay nada estable en ti que se pueda conocer”. 

Adolfo se alegraba de que esa pregunta no estuviera dirigida a él mismo. Había un núcleo en el interior de su corazón que le hacia vibrar en cierta dirección. Ese núcleo estaba en contacto con el espíritu. No era intelectual, no era sentimiento. Era una fuerza que lo impulsaba a lo eterno. 

No podía responder a la pregunta, pero tenía certezas internas que no habían pasado por su mente. La mente, después, las había asegurado. El corazón después las había hecho vibrar. El Ser se hacía presente y esa respuesta sobre la esencia espiritual de las personas le había hecho reconocer que no era solamente un cuerpo.

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