David se sorprendía de que muchas situaciones que temía en la vida él mismo se las creaba. Había escuchado muchas veces de que éramos creadores de nuestra propia experiencia. Muchos temores que anidaban en nuestro interior nos ocurrían y reconocíamos que lo habíamos previsto de antemano.
Lo que acababa de descubrir era que no era un motivo de previsión. Era una causa de realización. Aquello que temíamos nos sucedía porque lo íbamos generando en nuestra mente e íbamos creando las circunstancias oportunas para que se realizara.
David había aprendido que delante de un perro no debía tener miedo. Debía conservar la paz, la tranquilidad y transmitirla al animal. De otro modo, el perro captaba el miedo que recorría su cuerpo y ese miedo provocaba en el perro la actitud de defensa y por ello, se producía el ataque.
“Sólo los que abandonan todo deseo de rechazar pueden saber que es imposible que ellos puedan ser rechazados. No has usurpado el poder de Dios, pero lo has perdido”.
“Afortunadamente, perder algo no significa que haya desaparecido. Significa simplemente que no recuerdas dónde está. Su existencia no depende de que puedas identificarlo, o incluso localizarlo”.
“Es posible contemplar la realidad sin juzgar y simplemente saber que está ahí”.
Era toda una maravilla abandonar todo deseo de rechazar. Ese elemento que, en muchas ocasiones, hemos juzgado como un poder de nuestra mente, era realmente una debilidad grande. Nos hacía vulnerables. Si éramos capaces de rechazar, éramos capaces de ser rechazados por los demás.
Así se cumplía la ley de que nos sucedía aquello que temíamos, aquello que practicábamos, aquello que pensábamos, aquello que conformaba nuestra vida. Una mirada positiva, comprensiva, perdonadora, abierta, franca y noble atraía muchas experiencias nobles y francas a nuestra existencia.
La vida en sí no era ni mala ni buena. La vida en sí era como la cualidad de nuestra mirada. David se regocijaba. Hacía tiempo que había escogido ver la nobleza de las personas y disfrutar con esa parte buena que a ninguna persona le faltaba.
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