Gonzalo estaba inquieto. Siempre había creído que juzgar era una herramienta para el conocimiento de la realidad. Ahora leía que juzgar le impedía conocer. Reconocía, en esos momentos, que juzgar le había hecho destacar, subrayar y magnificar algún elemento negativo de la otra persona.
Ese elemento indicado era cierto. Ahora dudaba de su valoración, de su trascendencia y de la falta de comprensión total de esa incidencia. La razón le repetía que tenía razón. No se había equivocado. El corazón le susurraba que debía relativizar. Había elementos que no estaba teniendo en cuenta.
Un debate entre razón y corazón que siempre se presentaba en cada incidencia de la experiencia. La decisión era nuestra. No dependía de nadie más. Ante la doble vertiente que vivía en su interior debía decidir cuál escoger. Aceptaba que la comunicación del corazón estaba más cerca de la realidad comprensiva.
“No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase. Cuando reconozcas lo que eres y lo que tus hermanos son, te darás cuenta de que juzgarlos de cualquier forma que sea no tiene sentido”.
“De hecho, pierdes el significado de lo que ellos son precisamente porque los juzgas. Toda incertidumbre procede de la creencia de que es imprescindible juzgar”.
“No tienes que juzgar para organizar tu vida, y definitivamente no tienes que hacerlo para organizarte a ti mismo. En presencia del conocimiento todo juicio queda automáticamente suspendido”.
“Y este es el proceso que le permite al conocimiento reemplazar a la percepción”.
Gonzalo se había reconocido en esa afirmación: “Toda incertidumbre procede de la creencia de que es imprescindible juzgar”. Para él, toda verdad era producto de un buen juicio. Pero, reconocía con claridad que el juicio era necesario para la percepción, no para el conocimiento.
“No tienes que juzgar para organizar tu vida, y definitivamente no tienes que hacerlo para organizarte a ti mismo. En presencia del conocimiento todo juicio queda automáticamente suspendido”. Gonzalo lo grababa en su corazón.
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