Josué había escuchado que la raíz de todo mal estaba en el dinero. Era una afirmación bastante acertada. Todos los humanos eran proclives a caer en la tentación de conseguir dinero por medios deshonestos. El poder que entrañaba el dinero era un elemento básico para ansiarlo.
A pesar de eso, acababa de leer que la raíz de todo mal estaba en otro elemento que nunca había considerado. Era como ir más hondo, más profundo y más tratando con la esencia. Quizás el dinero era un derivado de ese interior. Una equivocación que nos guiaba por otros senderos.
Era capaz de quitarnos la paz, la tranquilidad, la serenidad, el buen ánimo y la buena vida. Nos vapuleaba como un trapo sucio y nos sacudía con la fuerza de nuestras emociones desatadas sin ningún control. Una degradación que nos quitaba nuestros quilates de dignidad como persona.
“He hablado de distintos síntomas, y, a ese nivel, la variedad de los mismos es casi infinita. Todo ellos tienen, no obstante, una sola causa: el problema de autoridad. Ésta es ‘la raíz de todo mal’”.
“Cada síntoma que el ego inventa es una contradicción debido a que la mente está dividida entre el ego y el Espíritu Santo, de tal modo que cualquier cosa que el ego haga es parcial y contradictoria”.
“Esta posición insostenible es el resultado del problema de la autoridad que, al aceptar como premisa el único pensamiento inconcebible, sólo puede producir ideas que son inconcebibles”.
Josué admitía que a ningún humano le gustaba ser desautorizado. La afirmación de cada persona se basaba en la autoridad que le confería cada uno de nosotros. Éramos capaces de enfrentarnos a quien se presentara con tal de defender nuestra autoridad que habíamos comprometido.
Ahora Josué veía con mayor claridad el problema de la autoridad: ‘la raíz de todo mal’. No podíamos quedar en entredicho. Defendíamos lo indefendible. Nos comprometíamos con lo impensable. Nuestra autoridad y nuestro honor (según nosotros) no podía tocarse.
Muchos enfrentamientos podrían resolverse solamente con la idea de admitir que no teníamos la razón en toda su extensión. Era imposible abarcar todos los detalles y todos los significados. Además, la verdad se defendía por sí sola.
Dejar de lado el problema de la autoridad y aferrarnos a la verdad que nos envolvía por completo era la actitud más valiente, heroica y noble que siempre, Josué había admirado en las historias, en las incidencias y en todas sus experiencias.
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