lunes, mayo 28

LA SEPARACIÓN O LA CAÍDA

Mateo siempre había guardado en su interior la idea de que algo no estaba bien en la concepción de la caída del ser humano. El conocimiento es connatural al ser humano. Éramos curiosos. Esa curiosidad nos llevaba, nos impelía a descubrir, a superar nuestras limitaciones. 

No podía impedirnos el acceso a un árbol cuya esencia era el conocimiento. Sentía que debíamos ser ignorantes porque no deseaba compartir con nosotros ese conocimiento. Era una idea que anidaba en su interior pero que no solía compartirla con nadie. 

Desde pequeño le habían dicho la historia del conocimiento y la había aceptado literalmente. En su adolescencia, descubrió también la idea que fue lanzada sobre la interpretación de ese conocimiento que se centraba en el sexo. Todo un intento de interpretar algo en sentido negativo. 

No entendía cómo el conocimiento base del alcance divino y el sexo una creación divina podían ser motivos de desgracia, de inutilidad y de sufrimiento. Sentía dentro de sí que esas interpretaciones no eran del todo acertadas. Algo había que no se había llegado a comprender. 

“Hemos hablado ya de la caída o separación, mas su significado tiene que comprenderse claramente. La separación es un sistema de pensamiento que, si bien es bastante real en el tiempo, en la eternidad no lo es en absoluto”. 

“Para el creyente todas sus creencias son ciertas. En el jardín simbólico se ‘prohibió’ la fruta de un solo árbol. Mas Dios no pudo haberla prohibido, o, de lo contrario, nadie la habría podido comer”. 

“Si Dios conoce a Sus Hijos, y yo te aseguro que los conoce, ¿cómo iba a ponerles en una situación en la que su propia destrucción fuera posible? Al ‘árbol prohibido’ se le llamó ‘el árbol del conocimiento’. Sin embargo, Dios creó el conocimiento y se lo otorgó a todas Sus creaciones”. 

“Este simbolismo se ha interpretado de muchas maneras, pero puedes estar seguro de que cualquier interpretación que conciba a Dios o a Sus creaciones como capaces de destruir Su propio propósito es errónea”. 

Mateo concebía que la situación de libertad que su Creador le dio le llevó a considerar la posibilidad de dirigirse a sí mismo sin la ayuda directa del que lo hizo. Un pensamiento que hizo mella en su mente y que creía con toda sinceridad que era posible hacerlo porque todo lo hacía perfectamente. 

El hombre tenía razón. Caminaba con la mente de su Dios. Pensaba con toda la luz que emanaba de la fuente poderosa. No había necesidad de esa relación tan estrecha porque él lo podía llevar a cabo. 

Una fuerza de individualidad que todavía se podía ver en la primera madurez de los jóvenes. Había ese deseo intenso de separarse de los padres para poder llevar a cabo sus propios objetivos. Una forma de madurar y de tener unas nuevas experiencias imaginadas por él.

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