Guille se daba cuenta del poder de la mente para no ser flexible. Cuando se encontraba contrariado en sus pensamientos con aquello que se le estaba proponiendo, parecía que se desarrollaba una lucha para torcerle el brazo y ser vencido por las nuevas soluciones.
En lugar de considerar de una forma abierta y adaptable la nueva situación, la consideraba como un acto de enfrentamiento y de guerra personal. Y ya se sabe que en la guerra todo valía para conseguir la victoria. La mente seguía los planteamientos que se generaban.
Guille entendía que, si consideraba con serenidad y tranquilidad los cambios propuestos, no debía afirmar con un acto de guerra el ser vencido, derrotado y humillado. La mente en tal situación generaba todo un arsenal de resentimiento que le sumía en la depresión momentánea de la que tenía que salir.
Así que se decía, a sí mismo, que no se trataba de ninguna guerra, de ningún enfrentamiento, de ningún escarceo militar. Sólo se trataba de alternativas para adecuarse mejor a las circunstancias del momento. Eso le hacía cambiar el objetivo y olvidaba todo el arsenal bélico de su mente.
“No puedes resolver el problema de la autoridad menospreciando el poder de tu mente. Hacer esto es engañarte a ti mismo, y ello te hará daño porque realmente comprendes el poder de tu mente”.
“Comprendes también que no puedes debilitarla, de la misma manera que tampoco puedes debilitar a Dios. ‘El diablo’ es un concepto aterrador porque parece ser sumamente poderoso y sumamente dinámico”.
“Se le percibe como una fuerza que lucha contra Dios por la posesión de Sus creaciones. El diablo engaña con mentiras, y erige reinos en los que todo está en directa oposición a Dios”.
“Sin embargo, atrae a los hombres en vez de repelerlos, y estos están dispuestos a ‘venderle’ sus almas a cambio de regalos sin ningún valor. Esto no tiene ningún sentido”.
Guille entendía que debía ser sabio. Debía conservar el equilibrio sereno para evitar caer en los vaivenes de las emociones que distorsionaban, bajo el peso de la culpa y del ataque, la realidad. Cualquier decisión que tomara, dado el poder de la mente, podría ser un acierto o un error que le afectaría directamente.
La ira, el despecho, el menosprecio, le lanzaría en las reacciones más adversas que destrozarían el poder interno de su paz y de su equilibrio. Reconocía que no podía vivir sin equilibrio para evitar la distorsión de su visión personal. Todo lo que pasaba en su vida era como un laboratorio de aprendizaje.
Tenía elementos similares a la pólvora en sus manos, en su interior. Poseía reactivos que harían explotar sus emociones como una caldera hirviendo quemando todo a su alrededor. En ocasiones, veía un volcán que se enfurecía con un rugido inmenso.
Por ello, el poder de su mente debía ser tenido en cuenta. Se repetía la frase: “Comprendes también que no puedes debilitarla, de la misma manera que tampoco puedes debilitar a Dios”. Guille captaba que debilitar a Dios era abrirle la puerta al concepto aterrador del ‘diablo’.
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