A pesar de sentirse tranquilo, cada vez que juzgaba llegaba a la misma conclusión, pero sentía que en su interior algo le faltaba. No había sido su iniciativa. Había sido la decisión de su ‘amigo’. No podía, por menos que aceptarla, aunque no le gustara.
Pasado el tiempo su juicio continuaba siendo el mismo. Sin embargo, cierto día debía admitir que, además de aceptarla, debía comprenderla, entenderla y perdonarla. Ese juicio continuo y constante le producía cierto resquemor en su interior.
No le había gustado aquella decisión que tomó su amigo. No la hubiera esperado, pero era lo que había. Se trataba de aceptar las decisiones de los demás. El respeto y el aprecio mutuo establecía que la relación siguiera por senderos sencillos de saludos y de comentarios escuetos y precisos.
“La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. Juzgar es el proceso en el que se basa la percepción, pero no el conocimiento. He hecho referencia a esto al hablar de la naturaleza selectiva de la percepción, y he señalado que la evaluación es obviamente su requisito previo”.
“Los juicios siempre entrañan rechazos. Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en ti o en otros. Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado que es imperfecto permanece en tu mente porque ha sido percibido”.
“Una de las ilusiones de la que adoleces es la creencia de que los juicios que emites no tienen ningún efecto. Esto no puede ser verdad a menos que también creas que aquello contra lo que has juzgado no existe”.
“Obviamente no crees esto, pues, de lo contrario, no lo habrías juzgado. En última instancia, no importa si tus juicios son acertados o no, pues, en cualquier caso, estás depositando tu fe en lo irreal”.
“Esto es inevitable, independientemente del tipo de juicio de que se trate, ya que juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición para que puedas seleccionar de ella lo que mejor te parezca”.
José se daba cuenta de que la repetición del juicio señalando los puntos débiles y los defectos era una forma de grabarlos en su interior. Descubrió que el juicio era una forma de herirse personalmente así mismo. Y eso era un contrasentido.
Tuvo que abandonar el hábito de juzgar para ver en los demás solamente lo positivo y hablar de las mejores cualidades que cada persona tenía. Eso provocaba subrayarlas y animarnos unos a otros a hablar siempre de lo mejor en los demás y no herirnos a nosotros mismos.
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