Samuel recordaba los momentos en los que sentía que le faltaba algo. Se sentía desprovisto de algún elemento que él consideraba como muy importante. Esa carencia le quitaba, en ocasiones, la energía. Se sentía desfavorecido al compararse con otras personas que sí lo tenían.
Una profunda sensación de carencia le impedía vivir con plenitud. Un día decidió aceptar que no todos podían tener lo mismo. Aceptó que debía administrar los dones que tenía y las oportunidades que se le presentaban. Esa actitud lo tranquilizó mucho. Cada uno era administrador de sus recursos internos y externos.
Lo que no sabía era que sus recursos internos eran mayores de lo que pensaba. Al leer aquellas líneas se quedó maravillado de todo lo maravilloso que albergaba y se alegraba mucho de ser consciente de tanto tesoro que el Eterno había puesto en el interior de cada una de sus criaturas.
“No hay nadie que de una manera u otra no se sienta aprisionado. Si ese es el resultado de su libre albedrío, tiene, por ende, que considerar que su voluntad no es libre, o, de lo contrario, el razonamiento circular de esta premisa sería evidente”.
“El libre albedrío no puede sino conducir a la libertad. Los juicios siempre aprisionan, ya que fragmentan la realidad con las inestables balanzas del deseo. Los deseos no son hechos. Desear implica que ejercer la voluntad no es suficiente”.
“Sin embargo, nadie que esté en su mente recta podría creer que lo que desea es tan real como lo que su voluntad dispone. En vez de ‘Busca primero el Reino de los Cielos’”.
“di ‘Que tu voluntad sea antes que nada alcanzar el Reino de los Cielos’ y habrás dicho ‘Sé lo que soy y acepto mi herencia’”.
Samuel reconocía que el objetivo que debía alcanzar estaba más allá de sus posibilidades. Se había repetido muchas veces que el Reino de los Cielos era una perfección que no le era posible vivir. Otras personas le repetían que era un regalo del Cielo.
En ese momento reconoció que el Reino de los Cielos era una posibilidad que estaba a su alcance. Todo objetivo que él decía que era inalcanzable era una imposibilidad para él. Por tanto, nunca ocurría en su vida. Lo imposible quedaba en el terreno de lo imposible.
Cambiar ese objetivo le era posible. Se repetía la frase: ‘que tu voluntad sea antes que nada alcanzar el Reino de los Cielos’. La frase que seguía la entretenía en su mente con mucho gozo. No se trataba de alcanzar el Reino de los Cielos. Se trataba de permitir que el Reino de los Cielos llegara a su vida de forma natural.
Nunca una frase le había cambiado un elemento tan esencial: ‘sé lo que soy y acepto mi herencia’. No se trataba de alcanzar. Se trataba de permitir que el Reino de los Cielos bajara como su herencia natural.
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