miércoles, junio 6

TEMOR AL CAMBIO

Adolfo se sonreía mientras su mente recordaba una de sus ideas que tenía cuando era joven. En esa época escuchaba que algunas personas decían que ellas nunca cambiaban. Siempre pensaban igual y sabían guardar su palabra. Eran fieles y leales a sus pensamientos. 

Esas afirmaciones le producían impacto en su pecho. Admiraba a esas personas y le transmitían una sensación de seguridad desconocida. Se decía para sí que eran personas de una pieza. Pilares sólidos de la sociedad donde muchos podrían apoyarse. 

El cambio no les alcanzaba y llevaban esa idea al extremo en su vida diaria. Un día hablaba con la esposa de una de ellos. Ella le compartió que no podía quejarse de su marido, pero que se sentía un tanto vacía. Era un hombre cabal, pero le faltaba algo en su vida cotidiana. 

Le informó que cierto ella le compartió a su esposo ese vacío interior. Necesitaba sentir esa ilusión de joven cuando lo veía y él le manifestaba su interés y su solicitud por ella. La respuesta que le dio la dejó helada: ‘sabes que te dije que te amaba y no he cambiado de idea. No tengo más que aportar’. 

Su esposa le replicó que una planta recibía el agua un día, que su cuerpo recibía el alimento un día, y cada día necesitaba su porción de agua y alimento. No se trataba de cambio, se trataba de ir cultivando esa relación que iba evolucionando y que debían adaptarse a las nuevas circunstancias que aparecían. 

Le dijo que tenían cambios que realizar en su unión. Planteamientos nuevos que consensuar y nuevas actividades que realizar. El hombre se quedó pensativo y descubrió que el cambio era necesario. Tuvo que salir de sus ideas rígidas y poco comprensivas con las nuevas circunstancias. 

“Muchos montan guardia en torno a sus ideas porque quieren conservar sus sistemas de pensamientos intactos, y aprender significa cambiar”. 

“Los que creen estar separados siempre temen cambiar porque no pueden concebir que los cambios sean un paso hacia adelante en el proceso de subsanar la separación”. 

“Siempre los perciben como un paso para una mayor separación, debido a que la separación fue la primera experiencia de cambio. Crees que si no permites ningún cambio en tu ego alcanzarás la paz”. 

“Esta marcada confusión sólo puede tener lugar si sostienes que un mismo sistema de pensamiento puede erigirse sobre dos cimientos distintos. Nada puede llegar al espíritu desde el ego, ni nada puede llegar al ego desde el espíritu”. 

“El espíritu no puede ni reforzar al ego, ni aminorar el conflicto interno de este. El ego en sí es una contradicción. Tu falso ser y el Ser de Dios están en oposición”. 

“Y lo están con respecto a sus orígenes, rumbos y desenlaces. Son fundamentalmente irreconciliables porque el espíritu no puede percibir y el ego no puede gozar de conocimiento”. 

“No están, por lo tanto, en comunicación, ni jamás lo podrán estar. El ego, sin embargo, puede aprender, aún cuando su hacedor esté desencaminado. Éste, no obstante, no puede quitar la vida a un corazón hecho para vivir lleno de vida”. 

Adolfo reconocía los cambios oportunos que se debían hacer. Nuevas circunstancias, nuevos conocimientos, nuevas experiencias pedían nuevas actitudes. 

Esa idea de que no cambiar le transmitía seguridad estaba equivocada. Ahora lo veía justo lo contrario. La vida, el aprendizaje, eran cambios y el cambio estaba lleno de vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario