jueves, junio 28

LOS MITOS Y LA MAGIA

Marcos recordaba algunos de los mitos que le habían contado cuando era pequeño. La interpretación de los rayos atmosféricos se basaba en los enfados del dios Júpiter que expresaba su enojo con el lanzamiento de rayos. Era un intento de comprensión, pero era pura percepción. No había conocimiento. 

Después los físicos que se dedicaron al estudio de los fenómenos atmosféricos descubrieron que eran descargas eléctricas que poseían las nubes. Nada tenía que ver con explicaciones de la ira de un dios. No obstante, los mitos tenían una influencia notable en la explicación de dichos fenómenos. 

La ciencia nos ha ido dando las causas de muchos mitos. La causa del origen del universo, de la vida, ha sido mucho más difícil porque no se han podido verificar con el método científico las condiciones y los hechos que sucedieron. Así se disponen de teorías que tratan de explicar su origen. 

“Los mitos y la magia están íntimamente relacionados, ya que los mitos generalmente tienen que ver con el origen del ego, y la magia con los poderes que el ego se atribuye a sí mismo”. 

“Los sistemas mitológicos incluyen, por lo general, alguna descripción de ‘la creación’, y la conectan con su forma particular de magia. La llamada ‘lucha por la supervivencia’ no es más que la lucha del ego por prolongar su propia existencia, así como la interpretación que ha hecho con respecto a su comienzo”. 

“Este comienzo casi siempre se asocia con el nacimiento físico, ya que resulta difícil sostener que el ego existía antes de ese momento. Los más ‘religiosos’ de los mitos basados en el ego, puede que postulen que el alma existía antes y que seguirá existiendo después de un lapso temporal de vida en el ego”. 

“Algunos postulan incluso que el alma será castigada por este lapso. La salvación, no obstante, no es aplicable al espíritu, pues este no está en peligro y, por lo tanto, no tiene que ser rescatado”. 

Marcos veía en esos mitos algo que no había comprendido hasta el momento. Algunos establecían que el cuerpo debía ser enterrado. De otra manera, no se producía el descanso. Era una enseñanza que había recibido en sus cortos años. Sin embargo, él no sentía que los restos físicos tuvieran tal poder mágico. 

Ahora reconocía que era el ego, identificado con el cuerpo, quien sugería y ordenaba esa creencia. El espíritu no era el cuerpo. El ego quería perpetuarse. Pero el espíritu no necesitaba del cuerpo para vivir con plenitud su experiencia. 

Le encantaba volver a leer la última parte: “Algunos postulan incluso que el alma será castigada por este lapso. La salvación, no obstante, no es aplicable al espíritu, pues este no está en peligro y, por lo tanto, no tiene que ser rescatado”. 

Marcos buscaba ese espíritu en cada persona, valoraba ese espíritu en su actitud, en su superación, en el respeto. En el cuerpo había diferencias. En el espíritu todos procedíamos de una misma fuente.

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