Lucas estaba contento. Veía que la superación estaba situada en su mente, en su comprensión, en su aprendizaje, en su aceptación del conocimiento que le llegaba. Lo reflexionaba, lo incorporaba a su vida y lo vivía, cada día, con esa energía del que había descubierto un juguete nuevo.
Se veía relajado porque esa superación no se basaba en decisiones personales de no volver a cometer los errores. Muchas veces lo había intentado y muchas veces había caído. Ahora comprendía los pasos que se daban en su mente para caer y sabía cómo pararlos, cómo desviar su mente y cómo evitar la caída.
Era un camino de consciencia, de paz, de relajación y de naturalidad. Ya no tenía por qué preocuparse en caer. Sabía cuándo el error llamaba a su puerta y no le abría para que entrase en su interior. Ya conocía su estrategia y podía desviar esa energía negativa hacia otros lugares y reemplazarla con la energía positiva del conocimiento.
“La salvación no es otra cosa que ‘mentalidad recta’, que, aunque no es la Mentalidad-Uno del Espíritu Santo, se debe alcanzar antes de que la Mentalidad-Uno pueda ser reinstaurada”.
“La mentalidad recta conduce automáticamente al siguiente paso, ya que la percepción correcta está completamente exenta de cualquier forma de ataque, y, por lo tanto, la mentalidad errada desaparece”.
“El ego no puede sobrevivir sin hacer juicios, y, por consiguiente, se le abandona. La mente tiene entonces una sola dirección por la que avanzar. La dirección que sigue es siempre natural, pues está orientada por el sistema de pensamiento al cual se adhiere”.
Lucas crecía en su interior como persona profunda. Entendía el mensaje que estaba leyendo en su momento inicial. Estaba seguro que a medida que lo fuera reflexionando iría encontrando otros tesoros aledaños en él. Al estar la percepción correcta exenta de todo ataque, la mentalidad errada desaparecía.
Una nueva paz le invadía y todo atisbo de discusión en su interior desaparecía.
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