viernes, junio 15

LIBÉRATE Y LIBERA A OTROS.

Gonzalo aceptaba que la fuerza que le transmitía su hermano era visible en su interior. Su forma de hablar positiva, su forma de ver la vida sin obstáculos, su seguridad de contar con su apoyo, todo se revolvía en un conjunto de fuerzas que le animaban la alegría, paz, la seguridad y la tranquilidad. 

En ocasiones, no podía comprender esa transmisión de fuerza que su hermano le efectuaba con sus palabras de encomio y de sustento. Por una fuerza interna, por una elección de nosotros, por un sentimiento del corazón, Gonzalo sentía ese poder que su hermano le transmitía. 

No era fácil expresarlo, pero era cierto. No lo podía negar de ninguna manera. Era una experiencia que se abría paso en su cuerpo, en su mente, en su mirada y en sus objetivos. Pensaba que los humanos no le dábamos ese valor que tenían las palabras de personas que realmente nos apreciaban. 

Esos apoyos eran como caminar por la vida con la fuerza de uno mismo y con la de su hermano. Una fuerza doble en su interior que le hacía desafiar la vida con entusiasmo y con osadía. Era un reconocimiento sin ninguna duda. Tenía ese poder y se lo agradecía al universo. 

“El ego tiene miedo del gozo del espíritu porque una vez que lo hayas experimentado dejarás de proteger y de atribuirle valor al miedo. Le atribuyes gran valor ahora porque el miedo es un testigo de la separación”. 

“Tu ego se regocija cuando das testimonio de ella. ¡Repúdialo! No le escuches ni le ampares. Escucha únicamente a Dios, que es tan incapaz de engañar como lo es el Espíritu que él creó”. 

“Libérate y libera a otros. No les ofrezcas a los demás una imagen de ti mismo falsa e indigna, ni tampoco aceptes una imagen similar de ellos”. 

Gonzalo entendía muy bien la fuerza que se podía transmitir. En ocasiones, éramos inconscientes de ese poder. Nadie nos lo decía, pero lo sentía. Nadie nos lo compartía, pero lo vivía. Desde ese punto entendía y comprendía mucho y muy bien esa frase en forma de imperativo: “Libérate y libera a otros”. 

Cierto que a todos no llegaríamos. Cada uno tenía el grupo de personas a los que podía animar y podía compartir esa energía estupenda. Y con esa idea en su interior, se sentía fuerte, comprendido, resuelto, quitando obstáculos del camino.

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