miércoles, junio 27

NUESTRO PENSAMIENTO EQUIVOCADO

Mateo sentía en su interior esa fuerza que le daba la experiencia de haber resuelto por sí mismo los problemas sin la ayuda de nadie. Se sentía pleno, grande, estupendo, maravilloso. Era un camino de realizarse el mismo y una forma de expresar que ya no dependía, para ciertos asuntos, de los adultos. 

Algunas palabras le motivaban mucho: superación, empuje, autonomía, valentía e independencia. Las consideraba todas positivas. Le proporcionaban una gran energía que le abría nuevos horizontes por donde podía caminar por sí solo. Antes de eso había dependido siempre de los demás. 

Un nuevo campo se abría en su mente. Un campo definido por las palabras independencia y dependencia. En la medida de lo posible, trataría de ser independiente. A lo largo del camino, observó que la independencia no era totalmente sana y oportuna. 

Había experiencias que requerían el esfuerzo en equipo. En otros momentos, debía apoyar a alguna otra persona que estaba mejor dotada o colocada por resolver el conflicto. Saber descubrir su lugar, su puesto, su apoyo específico también reportaba cierto grado de sabiduría y satisfacción. 

“El ego cree que tiene que valerse por sí mismo para todo, lo cual no es más que otra forma de describir cómo cree que él mismo se originó”. 

“Es este un estado de tanto temor que lo único que puede hacer es dirigirse a otros egos y tratar de unirse a ellos en un débil intento de identificarse con ellos, o atacarlos en una demostración – igualmente débil – de fuerza”. 

“No es libre, no obstante, de poner en tela de juicio la premisa que da lugar a todo eso, pues esa premisa es su base. El ego es la creencia de la mente según la cual tiene que valerse completamente por sí misma”. 

“Los incesantes esfuerzos del ego por ganar el reconocimiento del espíritu y establecer así su propia existencia, son inútiles. El espíritu en su conocimiento no es consciente del ego”. 

“No lo ataca. Simplemente no lo puede concebir en absoluto. Aunque el ego tampoco se percata del espíritu, se percibe a sí mismo rechazado por algo más grande que él”. 

“Por ello, la ‘autoestima’, tal como el ego la concibe, no puede por menos que ser una falacia, un espejismo. Las creaciones de Dios no crean mitos, si bien el esfuerzo creativo se puede trocar en mitología”. 

“Esto puede suceder, sin embargo, sólo bajo una condición: lo que fabrica deja de ser creativo”. 

Los mitos pertenecen exclusivamente al ámbito de la percepción, y las formas que adoptan son tan ambiguas y su naturaleza está tan marcada por la dicotomía entre el bien y el mal, que ni siquiera el más benévolo de ellos está exento de connotaciones aterradoras”. 

Mateo se adentraba en un terreno que desconocía. Esa libertad que sentía interiormente podía estar sustentada en una creencia falsa. La capacidad de ser autosuficiente no podía entrar en relación con el sentido de creerse superior a los demás. 

Su superación personal se alineaba con la comprensión a todas las personas. Si tenía alguna virtud la ponía al servicio de los demás. De otro modo se callaba. No se jactaba de ella. La unión, el respeto, la admiración y la unidad eran valores supremos que debían ser cultivados por todos los humanos.

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