Luis reconocía que en muchas ocasiones se había enfadado cuando no se había sentido respetado ni tenido en cuenta. Era su parte débil. Se reconocía de esa manera desde muy pequeño. Era como un enfrentamiento entre su ser interno que reaccionaba con todo su poder y la falta de comprensión de los demás.
Esa falta de comprensión de los demás era lo que él interpretaba. Ahora desde la distancia, comprendía que era totalmente inconsciente de sus reacciones y eso impulsos que le salían tenían muchos errores en su planteamiento. Admitía que cada persona era diferente.
Incidencias que para otros no tenían ninguna importancia, para él la tenían. También pasaba en sentido contrario. Incidencias que no catalogaba de importante molestaban a otras personas. Llegó a darse cuenta de que cada persona guardaba su tesoro interno de diversas maneras.
Cada persona cuidaba su ego y trataba de que fuera respetado. Por ello, si otro ego le tocaba esa falta de respeto, el ego de Luis salía como un resorte. Después, pasado el momento, trataba de ser comprensivo y en muchas ocasiones reconoció que se había excedido.
La madurez de la vida iba haciéndole comprender mucho mejor su forma de ser y sus vulnerabilidades. La sabiduría le hacía superar muchas incidencias que no iban por donde el sentía que iban. La amplitud y la comprensión le seguían.
“Los egos pueden chocar en cualquier situación, pero es imposible que el espíritu choque en absoluto. Si percibes a un maestro simplemente como ‘un ego más grande’ sentirás miedo, ya que agrandar un ego es aumentar la ansiedad que produce la separación”.
“Enseñaré contigo y viviré contigo si estás dispuesto a pensar conmigo, pero mi objetivo será siempre eximirte finalmente de la necesidad de un maestro. Esto es lo opuesto al objetivo del maestro que se deja guiar por el ego”.
“A ése sólo le interesa el efecto que su ego pueda tener sobre otros egos, y, por consiguiente, interpreta la interacción entre ellos como un medio de conservar su propio ego”.
“Yo no podría dedicarme a enseñar si creyese eso, y tú no serás un maestro dedicado mientras lo creas. Se me percibe constantemente como un maestro al que hay que exaltar o rechazar, pero yo no acepto ninguna de esas dos percepciones de mí mismo”.
Luis se dejaba llevar por el espíritu. Entre el espíritu no había competencia ni discusión. Todos tenían el mismo espíritu. Pero entre los egos (cada uno tenía el suyo muy individualizado) el choque en momentos era inevitable.
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