lunes, junio 4

NUESTRO ÚLTIMO VIAJE INÚTIL

Esteban reflexionaba sobre el poder de la cruz. Era un símbolo que se repetía en muchos lugares, en muchos monumentos, en muchas ocasiones como elemento de lo eterno. Se conmemoraba la repetición de un sacrificio que le habían enseñado desde pequeño. 

En la edad adulta, se preguntaba por el significado profundo de dicho sacrificio. Le habían repetido que Jesús había muerto por él. Le habían subrayado que había muerto en su lugar. Lo más glorioso era que lo había salvado de la muerte o de la condenación. 

Esteban veía que era como un acto de magia. Hacía pocos días que unos guardias habían salvado a tres miembros de una misma familia de morir ahogados. Los familiares estaban inmensamente agradecidos a los guardias. Pero tanto los guardias como las personas salvadas seguían la vida de la misma manera. 

En el caso de Jesús, la salvación significaba un cambio de mentalidad, un cambio de forma de pensar. La mentalidad que debíamos cambiar se crucificaba en la cruz, moría, la dejábamos, la abandonábamos. La nueva mentalidad que debía aparecer se conectaba con la resurrección. 

“El viaje a la cruz debería ser el último ‘viaje inútil’. No sigas pensando en él, sino dalo por terminado. Si puedes aceptarlo como tu último viaje inútil, serás libre también de unirte a mi resurrección”. 

“Hasta que no lo hagas, estarás desperdiciando tu vida, ya que esta seguirá siendo una repetición de la separación, de la pérdida de poder, de los esfuerzos baldíos que el ego lleva a cabo en busca de compensación y, finalmente, de la crucifixión del cuerpo o muerte”. 

“Estas repeticiones continuarán indefinidamente hasta que voluntariamente se abandonen. No cometas el patético horror de ‘aferrarte a la vieja y rugosa cruz’. El único mensaje de la crucifixión es que puedes superar la cruz”. 

“Hasta que no la superes eres libre de seguir crucificándote tan a menudo como quieras. Este no es el evangelio que quise ofrecerte. Tenemos otro viaje que aprender”. 

Esteban había podido sintetizar la mentalidad de la muerte en tres palabras: pecado, culpa, miedo. Estas palabras nos llevaban a la crucifixión. Eran su objetivo. Eran su finalidad. La mentalidad que Jesús nos compartía se sintetizaba también en tres palabras: inocencia, perdón, amor. 

Esas tres palabras: inocencia, perdón, amor, confluían en la resurrección. Nosotros podíamos elegir el pecado, la culpa, el error, o la inocencia, el perdón o el amor. El primer trío de palabras se refería al ego. El segundo trío de palabras se refería al espíritu. 

Esteban caminaba con la alegría de ver inocencia, de compartir perdón, de vivir el amor en toda su amplitud. 

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