Santiago defendía su libertad interna con mucha vehemencia y con mucha certeza. De hecho, sus elecciones en la vida le habían llevado por los caminos escogidos. Al ser ruta de su elección, se sentía comprometido con ella y entusiasmado con sus descubrimientos.
Entendía que, en algunas circunstancias, debía caminar por algunos lugares no escogidos, pero necesarios para llegar al punto elegido previamente. Su objetivo no se apartaba de su vida ni sus elecciones le dejaban en ningún momento. Sentía que había en su interior una intuición especial que le hacía elegir bien.
Si en algún momento se equivocaba, sacaba la lección oportuna y construía un edificio reflexivo y lógico que le impedía equivocarse en la siguiente elección. Santiago había concluido que era libre para elegir. Y esa libertad le llenaba todos los poros de su piel.
“Puedes hablar desde el espíritu o desde el ego, según elijas. Si hablas desde el espíritu es porque has decidido acatar las palabras: ‘detente y reconoce que yo soy Dios’. Estas son palabras inspiradas porque reflejan conocimiento”.
“Si hablas desde el ego estás renegando del conocimiento en vez de ratificándolo y, por lo tanto, estás desanimándote. No te embarques en viajes inútiles, pues ciertamente no llevan a ninguna parte”.
“Puede que el ego los desee, pero el espíritu no puede comprenderlos porque nunca está dispuesto a apartarse de sus Cimientos”.
Santiago, en su libertad interior, luchaba con el término ‘acatar’: “Si hablas desde el espíritu es porque has decidido acatar las palabras: ‘detente y reconoce que yo soy Dios’”. Acatar, para Santiago, era un término legal, impositivo, de obligado cumplimiento sin haber participado en su aceptación.
Su libertad le decía que debía ser elegido por él, no por acatamiento sino por comprensión y adhesión de su comprensión. Entendía que las elecciones no acataban nada. Si era un imperativo su aceptación, la libertad desaparecía. Desde el acatamiento, era sí o sí.
En cambio, desde la comprensión, desde la identificación, desde la vibración unánime del ser con el Ser divino, había una identificación difícil de explicar con palabras, difícil de manifestarse, pero la persona elegía aquella senda porque el corazón interno vibraba con el corazón divino.
Así funcionaba la sabiduría. La sabiduría germinaba en el alma y esa sabiduría concordaba con la Sabiduría de todos los tiempos. Santiago elegía el espíritu porque se sentía totalmente definido por ese espíritu y no por el ego.
El ego le daba muchas vueltas, muchos quebraderos de cabeza, enfrentamientos y, sobre todo, muchas contradicciones.
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