jueves, abril 19

LA CONFIANZA INDISPENSABLE

Abel repasaba en su mente la enseñanza que dejaba una historia acerca de la confianza. Era cierto que la gente podía engañarnos por confiar en ellos. La confianza era realmente un arma de dos filos. Por una parte, le dabas todo el crédito a la persona. Por otra parte, con ese crédito nos podían engañar. 

Con sus ojos interiores vio a tres padres delante de un pequeño muro. Allí pusieron a sus respectivos hijos. Los niños, pequeños, miraban con una confianza total a sus padres. Sus ojos estaban fijos los unos con los otros. Ante la invitación del primer padre, el niño saltó al aire confiando en los fuertes brazos de su progenitor. 

El padre lo recogió con mucha seguridad y con mucho cariño. La confianza se había reforzado y un juego se había convertido en un momento de placer. El segundo niño hizo lo mismo. El padre lo invitó y el niño aterrizó en sus brazos. Quedaba el tercer niño. 

El padre lo invitó. El muchacho con una sonrisa en el rostro tomó vuelo y se lanzó al vacío con la confianza de ser recogido por su padre. En un momento su rostro se demudó. Vio que los brazos de su padre desaparecían y el cuerpo de su padre se echaba a un lado. No quería cogerlo. 

La frustración se manifestó en un terrible golpe del pequeño contra el suelo. Se hizo daño. Estaba herido física y emocionalmente. Los dos tipos de heridas surcaban el rostro del pequeño. Sus ojos buscaron los ojos de su padre. La frase que recibió nunca la olvidaría: “No debes fiarte de nadie ni de tu propio padre”. 

Abel creció con esa predisposición a la desconfianza hacia todas las personas. El daño emocional no quedó solamente en aquel lugar donde cayó. El daño emocional estaba en su corazón. ¿Cómo confiar? En momentos de angustia se refugiaba en las experiencias de su madre que nunca le había fallado. 

“Tienes miedo de la Voluntad de Dios porque has usado tu mente, que Él creó a semejanza de la Suya Propia, para crear falsamente. La mente sólo puede crear falsamente cuando cree que no es libre”. 

“Una mente ‘aprisionada’ no es libre porque está poseída, o refrenada, por sí misma. Está, por lo tanto, limitada, y la voluntad no es libre de afirmarse a sí misma”. 

“Ser uno es ser de una misma mente o voluntad. Cuando la Voluntad de la Filiación y la del Padre son una, la perfecta armonía entre ellos es el Cielo”. 

Abel pensaba en esos rasgos de inseguridad que aquel padre le dejó para siempre en el interior de su hijo. Sin confianza nadie podía crecer, amar, entregarse, obedecer, sentirse seguro, desarrollar sus cualidades, progresar. 

En ocasiones se pensaba que eran lecciones útiles para nuestros hijos y no se era consciente del daño tan lamentable que provocábamos en ellos. “Ser uno es ser de una misma mente o voluntad. Cuando la Voluntad de la Filiación y la del Padre son una, la perfecta armonía entre ellos es el Cielo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario