miércoles, abril 4

LO 'UNO' - TODOS HIJOS

Esteban notaba el orgullo de unos amigos judíos cuando establecían que pertenecían a un gran pueblo. A pesar de ser perseguidos a través de la historia tenían una fuerte consciencia de sus raíces y las amaban. 

La mente de Esteban divagaba en las diversas unidades que daban sentido a la vida de las personas. La idea de nación, de patria, de familia, de localidad, eran, además de elementos identificadores administrativos, una serie de sentimientos de orgullo de formar parte de esas realidades humanas. 

Recordaba de pequeño una incidencia tonta. Un amigo un poco hostil se burlaba de su procedencia, venía de otra localidad. Le preguntó el nombre de la calle donde vivía su familia. Después de conocerla, se burlaba de la misma porque en la localidad donde vivían no había una calle con ese nombre. 

Su hermano mayor medió en la disputa y le dijo que en una zona cerca de la montaña estaba esa calle. Esteban se sintió aliviado. Identificaciones de pequeños que le daban a esos detalles una importancia exagerada. Pero dentro de esas incidencias surgía el orgullo por una unidad muy interiorizada. 

El ser humano debía sentirse parte de una unidad más amplia, superior, grande, maravillosa y excelsa. Eso le hacía sentirse pleno en su interior. Así que debía elegir su pertenencia oportuna. “Debe observarse con especial atención que Dios tiene solamente un Hijo”. 

“Si todas las creaciones de Dios son Hijos Suyos, cada una de ellas tiene que ser parte integral de toda la Filiación. La Filiación en su idea de ‘uno’ trasciende la suma de sus partes”. 

“Este hecho, no obstante, queda velado mientras falte una sola de ellas. Por eso es por lo que, en última instancia, el conflicto no se puede resolver hasta que todas las partes de la Filiación hayan retornado”. 

“Sólo entonces podrá comprenderse lo que, en el verdadero sentido de la palabra, significa la plenitud. Cualquier parte de la Filiación puede creer en el error o en lo incompleto si así lo elige”. 

“Sin embargo, si lo hace, estará creyendo en algo que no existe. Lo que corrige este error es la Expiación”. 

Esteban veía con claridad que la elección era personal nuestra. No era oportuno elegir una unidad que no tenía realidad, que era falsa, que no tenía sentido global. Seguía leyendo los dos siguientes párrafos que le habían tocado el corazón: 

“Si todas las creaciones de Dios son Hijos Suyos, cada una de ellas tiene que ser parte integral de toda la Filiación. La Filiación en su idea de ‘uno’ trasciende la suma de sus partes”. 

“Este hecho, no obstante, queda velado mientras falte una sola de ellas. Por eso es por lo que, en última instancia, el conflicto no se puede resolver hasta que todas las partes de la Filiación hayan retornado”. 

Esteban se sentía totalmente comprendido. Lo que destacaba era el sentirse ‘uno’ con toda la Filiación. Se pertenecía a una unidad maravillosa, única, eterna, maravillosa y poderosa. Eso hacía poderosos a todos los vivientes.

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