Gonzalo reconocía que en su etapa de profesor el apoyo del director de la institución educativa fue determinante en su desarrollo. Le dio confianza, fuerza interna, iniciativa y un gran ánimo que no veía obstáculos imposibles de superar. Sabía que sin esa confianza su experiencia hubiera sido diferente.
Gonzalo reconocía que había descubierto, inclusive, cualidades en él que creía que no tenía. Era como la floración completa de una planta que ni la planta misma conocía. Fue un milagro tenerlo. Fue un regalo de la vida disponer de esa experiencia. Personalmente se lo agradeció. Siempre recordaba su respuesta: ‘otros lo hicieron conmigo’.
Entendía que la vida era una cadena de ofertas a otros que trataban de desarrollar aquellas cualidades desconocidas por las mismas personas. Con esa idea en su vida, aplicó todos los métodos a su alcance para llegar y compartir esa transmisión con sus alumnos.
Gozaba y leía con placer aquellas líneas: “La inocencia es incapaz de sacrificar nada porque la mente inocente dispone de todo y sólo se esfuerza por proteger su plenitud. No puede proyectar”.
“Tan sólo puede honrar a otras mentes porque honrar a otros es el saludo natural de los verdaderamente amados hacia los que son como ellos. El cordero ‘quita los pecados del mundo’ en el sentido de que el estado de inocencia o gracia, es uno en el que el significado de la Expiación es perfectamente obvio”.
“La Expiación carece por completo de ambigüedad. Es perfectamente inequívoca porque existe en la luz. Únicamente los intentos de ocultarla en las tinieblas han hecho que sea inaccesible para aquellos que eligen no ver”.
Gonzalo quedaba sellado con aquellas expresiones: “Tan sólo puede honrar a otras mentes porque honrar a otros es el saludo natural de los verdaderamente amados hacia los que son como ellos”.
Y honrar a otros es la fuente de una bendición maravillosa para todas las personas.
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