Mateo se había quedado pensativo. Había descubierto que la mentalidad del ego sabía evitar la responsabilidad y volcarla sobre los otros. Como profesor siempre había sido muy cuidadoso con la experiencia personal de cada alumno. Su apoyo y su comprensión siempre le había seguido.
Una alumna muy inteligente estaba pasando una época de descuido. Más tarde se enteró de que había empezado una relación de novios. Esa relación le quitaba muchas horas de estudio. La alumna seria y responsable que había conocido en años anteriores había desaparecido.
Una señorita con intereses muy personales estaba nadando en los estudios y trataba de salvarlos sin dedicarles el tiempo oportuno. Mateo desconocía que motivo era su noviazgo. Cierto día le habló y le dijo que iba en una dirección equivocada.
La alumna, que sabía que era verdad, no podía admitir delante de sus padres el motivo de su falta de esfuerzo. Llegó a casa y se puso a llorar intensamente. Les dijo a sus padres que había hablado con Mateo, pero que no había química entre ellos y se había sentido herida.
Cuando se enteró Mateo se quedó perplejo. La relación entre ellos siempre había sido muy cordial. Era tenida en gran estima por Mateo y su esfuerzo en los años anteriores así lo habían atestiguado. La inteligencia, guiada por la mentalidad del ego, sabía buscar soluciones.
Fue un detalle que le quedó clavado en el alma. El ego sabe cómo herir porque es su arma de ataque. Así se salvaba de su propia responsabilidad. Prefirió callar ante tal situación. No se podía hacer nada. Sus padres siempre apoyarían a su hija. Con la falta de química, había neutralizado al profesor. No era necesario esforzarse.
Si no superaba la materia, no era causa suya. Era otra causa. Las personas inteligentes son inteligentes. Pero en ese caso, inteligentes para autodestruirse. Esa autodestrucción la llevaba ella sola. Mateo no podía hacer nada.
“Si atacas el error que ves en otro, te harás daño a ti mismo. No puedes conocer a tu hermano si lo atacas. Los ataques siempre se lanzan contra extraños. Al percibir falsamente a tu hermano, lo conviertes en un extraño”.
“Le tienes miedo porque lo has convertido en un extraño. Percíbelo correctamente para que lo puedas conocer. En la creación de Dios no hay extraños”.
“Para poder crear como Él creó tan sólo puedes crear lo que conoces, y lo que, por lo tanto, aceptas como tuyo. Dios conoce a Sus Hijos con absoluta certeza”.
“Los creó conociéndolos. Los reconoce perfectamente. Cuando ellos no se reconocen entre sí, no lo reconocen a Él”.
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