Iván había dudado durante mucho tiempo del poder de la bondad, de la mansedumbre, de la paz, de los buenos modales y de los buenos consejos. En algunas ocasiones había visto la rudeza en el trato como mucho más poderosa y potente para solucionar problemas.
La jerarquía, la obediencia, el miedo, la dominación, eran capaces de solucionar cualquier problema en un tiempo limitado y de raíz. Otros métodos llevaban más tiempo y parecían que no eran tan eficaces. Sin embargo, no había reparado en los sentimientos de odio, de rechazo, de venganza, de ira, que despertaba la obediencia debida.
Sabía que, para aceptar una idea, una orientación, debía ser entendida y comprendida. No solamente contaba la obediencia, debía ser tenida presente la comprensión. Los enemigos siempre surgían a los mandos violentos y crueles. Al final, no se podía olvidar que éramos personas con una mente y con un corazón.
Iván estaba de acuerdo con elegir el método comprensivo. Era el más completo. Era el que dignificaba a la persona por encima de un animal. Y todo ser humano agradecía ser tratado como un ser humano.
“La Expiación de por sí sólo irradia verdad. Es, por lo tanto, el epítome de la mansedumbre y derrama únicamente bendiciones. No podría hacer eso si procediese de cualquier otra fuente que no fuese la perfecta inocencia”.
“La inocencia es sabiduría porque no tiene conciencia del mal; y el mal no existe. No obstante, es perfectamente consciente de todo lo que es verdad. La resurrección demostró que nada puede destruir la verdad”.
“El bien puede resistir cualquier clase de mal, al igual que la luz disipa cualquier clase de oscuridad. La Expiación es, por lo tanto, la lección perfecta. Es la demostración concluyente de que todas las demás lecciones son ciertas”.
Iván se repetía para sus adentros: “La Expiación de por sí sólo irradia verdad. Es, por lo tanto, el epítome de la mansedumbre y derrama únicamente bendiciones. No podría hacer eso si procediese de cualquier otra fuente que no fuese la perfecta inocencia”.
La definición de ‘bien’ le llegó al alma. Entendía que la oscuridad no existía porque era ausencia de luz. Se encendía la luz y la oscuridad desaparecía como un juguete entre niños. El ‘bien’ era capaz de erradicar el mal. Por lo tanto, el mal no existía. El ‘bien’ tenía toda la fuerza de la existencia.
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