sábado, abril 14

INOCENCIA Y FUERZA

José se entretenía en su mente con unos pensamientos que le pasaban y venían como en un juego. Sabía que, en todo problema que surgía en la vida, las apariencias no eran siempre lo que la verdad dictaba. Se necesitaba de un largo proceso para conocer la verdad. 

Los abogados, la policía y los testigos jugaban su rol y todo eso desembocaba en la apariencia de verdad. En muchas ocasiones se sabía con certeza el ajuste de todas las piezas, pero no había pruebas para justificarlas. José, en muchas películas, conocía esos detalles y se impacientaba en su asiento. 

Había autores de delitos que trataban de borrar las pruebas, los detalles pequeños que podrían incriminarlos. Todo un procedimiento para evitar que los jueces conocieran la verdad. La fuerza de la verdad era una fuerte emoción que vibraba en cada ser humano. 

La fuerza de la burla era el objetivo del culpable para evitar la condena. Muchos y renombrados abogados vivían de ese poder que tenían de destruir pruebas y anular los detalles aportados por el fiscal para no ser tenidas en cuenta. La fuerza de la verdad contra la fuerza de la mentira. 

La fuerza de la verdad era tan aplastante que no se podía jugar con ella. Sólo había que evitar que saliera. Esas diatribas y enfrentamientos se producían en los juzgados. Y esa inquietud se debatía también en nuestras mentes en muchos momentos de nuestra vida. 

“Se me ha llamado correctamente ‘el cordero de Dios que quita el pecado del mundo’, mas quienes representan al cordero manchado de sangre no entienden el significado del símbolo”. 

“Si se entiende correctamente, es un símbolo que habla de mi inocencia. El león y el cordero, tendidos el uno junto al otro, simbolizan que la fuerza y la inocencia no están en conflicto, sino que viven naturalmente en paz”. 

“‘Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios’ es otra forma de decir lo mismo. Una mente pura conoce la verdad y en eso radica su fuerza. No confunde la destrucción con la inocencia porque asocia la inocencia con la fuerza y no con la debilidad”. 

José se quedaba admirado. Durante mucho tiempo había interpretado la expresión ‘cordero de Dios’ con el sacrificio, con la sangre, con la destrucción. Ahora reconocía que había interpretado de forma confusa el símbolo. Los símbolos tenían su carga interpretativa. 

No por repetir muchas veces una equivocación se convertía en verdad. Después de muchos años descubría la fuerza y la potencia del mensaje de las bienaventuranzas. “bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos”. 

En otra versión la traducción de la primera bienaventuranza era: “Dichosos los que eligen ser pobres, porque ésos tienen a Dios por Rey”. Se subrayaba la elección y la sabiduría de unirse al Eterno en sus pensamientos diarios. 

José cerraba los ojos. Se adentraba en su corazón, en su mente, en su Ser interno. Su espíritu se alegraba y sabía que en el espíritu no en la fuerza de la apariencia de verdad estaba la auténtica base de la vida.

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