lunes, abril 2

TEMER NUESTROS PROPIOS PENSAMIENTOS

Pablo recordaba experiencias donde sus propios pensamientos lo atormentaban, lo acosaban y le hacían sentir muy pequeño. Pablo se daba cuenta de que esas ideas venían de creencias equivocadas, de creencias absurdas vistas desde otra perspectiva, pero en aquellos momentos eran muy reales para él. 

Conforme se fue haciendo grande esos fantasmas iban desdibujándose e iban entrando en el nivel del razonamiento y de la comprensión serena. Una idea equivocada era capaz de crear todo un mundo en erupción en su interior donde el miedo se multiplicaba. 

Era consciente de que esos miedos provenían de sus creencias y de sus pensamientos. Él mismo se lo provocaba. Al ir expulsando esas ideas de su interior con el cambio de visión, una liberación entraba como un aire fresco en su interior que lo catapultaba a la alegría. El miedo había terminado. 

“Tanto el milagro como el miedo proceden de pensamientos. Si no eres libre de elegir uno, tampoco serás libre de elegir el otro. Al elegir el milagro, rechazas el miedo, aunque sólo sea temporalmente”. 

“Te has sentido temeroso de todo el mundo y de todas las cosas. Tienes miedo de Dios, de mí y de ti mismo. Nos has percibido erróneamente o creado falsamente, y crees en lo que has fabricado”. 

“No habrías podido hacer nada de eso si no hubieses tenido miedo de tus propios pensamientos. Los temerosos no pueden sino crear falsamente, puesto que perciben erróneamente la creación”. 

“Cuando creas falsamente no puedes sino sufrir. El principio de causa y efecto se convierte en un verdadero catalizador, aunque sólo sea temporalmente. En realidad ‘Causa’ es un término que le corresponde propiamente a Dios, y Su ‘Efecto’ es Su Hijo’”. 

“El conflicto fundamental en este mundo es, pues, entre la creación y la creación falsa. Todo miedo está implícito en la segunda, y todo amor en la primera. El conflicto es, por lo tanto, entre el amor y el miedo”. 

Pablo se había quedado absorto en la idea del miedo. “Te has sentido temeroso de todo el mundo y de todas las cosas. Tienes miedo de Dios, de mí y de ti mismo. Nos has percibido erróneamente o creado falsamente, y crees en lo que has fabricado”. 

Sin lugar a dudas, nunca se lo hubiera podido imaginar. Repetía casi automáticamente: “Tener miedo de Dios, de Jesús y de mí mismo”. Ahora sí, ya sabía la causa de sus miedos.

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