Benjamín se adentraba en el funcionamiento de su mente. Estaba satisfecho de poder pensar, de poder captar el mundo que le rodeaba y disfrutar con las personas que lo compartían juntamente con él. Pero le gustaba saber cómo funcionaba. Le gustaba conocer cómo funcionaba el motor de un coche.
Le encantaba comprender el funcionamiento de frenado de un automóvil. Sabía que, si lo comprendía, podría utilizar esos mecanismos de una forma más adecuada, más útil y más eficaz. Su curiosidad no tenía límites y buscaba conocer, comprender, y descubrir todo lo que le rodeaba.
Conocer le daba felicidad. Era un gozo continuo y constante. Ahora se veía ante el funcionamiento de la mente. Leía con interés sus medios de acción: “Algunos conceptos fundamentales no pueden entenderse en función de sus opuestos”.
“Es imposible concebir la luz y la oscuridad, o todo y nada, como posibilidades compatibles. Estos conceptos son o completamente verdaderos o completamente falsos”.
“Es esencial que te des cuenta de que tu pensamiento seguirá siendo errático hasta que te comprometas firmemente con la luz o con la oscuridad. No obstante, un compromiso firme con la oscuridad o con la nada es imposible”.
“No hay nadie que haya vivido que no haya experimentado alguna luz o alguna cosa. Nadie es capaz, pues, de negar completamente la verdad, aunque piense que puede hacerlo”.
Benjamín se sumía en sus pensamientos y en su experiencia. Sobre un fondo de negrura fuerte, sobresalían luces y presencias que le hablaban de una tremenda esperanza en su interior.
Sabía que, entre todas las incidencias de su vida, momentos de gozo, encantos, maravillas y encuentros se habían producido. Y, si era un poco sincero, las luces adquirían tal intensidad que iban dejando en segundo plano la negrura de lo incomprendido, de lo negativo, de lo adverso y del sufrimiento.
Debía admitir que las ideas leídas eran verdaderas: “Nadie es capaz, pues, de negar completamente la verdad, aunque piense que puede”.
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