Daniel sentía todavía en su corazón la cara fría de perturbación que le quedó a su amigo cuando le compartió lo que sabía. Estaban los dos en una cabalgata de Reyes. Principio de año, fiestas navideñas y final de vacaciones con los regalos de los Reyes Magos.
Al final de la cabalgata su amigo le dijo que sería estupendo volver a casa y estaba seguro que los Reyes le habían dejado alguno de los regalos que les había pedido. Daniel vio tanta sinceridad, tanta ingenuidad en lo que estaba diciendo que le dijo: - ¿todavía crees en los Reyes Magos? ¿No sabes que los Reyes Magos son los padres?
Sus ojos se abrieron. Toda la ilusión desapareció de su rostro. La alegría que le había entrado durante todo el día se disipaba como en un segundo. Fue tan fulminante la desilusión de su amigo que Daniel dedujo que debería haberse callado. No entendía cómo no lo sabía todavía a pesar de su edad. Ya no era un niño.
“Hemos estado haciendo hincapié en la percepción, y apenas hemos hablado del conocimiento. Esto ha sido así porque la percepción tiene que ser corregida antes de que puedas llegar a saber nada”.
“Saber es tener certeza. La incertidumbre significa que no sabes. El conocimiento es poder porque goza de certeza, y la certeza es fuerza. La percepción es temporal. Al ser un atributo de la creencia en el espacio y el tiempo, es susceptible de producir miedo o amor”.
“Las percepciones falsas producen miedo y las verdaderas fomentan el amor, mas ninguna de ellas brinda certeza porque toda percepción está sujeta a cambios. Por eso es que la percepción no es conocimiento”.
“La verdadera percepción es la base del conocimiento, pero gozar de conocimiento es la afirmación de la verdad y esto se encuentra allende cualquier percepción”.
Daniel se quedaba un poco más tranquilo. La desilusión había aparecido en el rostro de su amigo. Pero, por la edad, ya estaba preparado para saber la verdad. Por eso se repetía a sí mismo: “el conocimiento es poder porque goza de certeza, y la certeza es fuerza”.
Sentía dentro de sí esa fuerza de la certeza. No le había engañado a su amigo. La verdad tenía que caer en algún momento en su vida. Lo cierto fue que su amigo no se lo discutió en ningún momento. Al recibirlo, lo aceptó totalmente.
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