lunes, abril 9

NUEVA MENTALIDAD

Enrique sabía que toda la forma de ser de cada ser humano estaba en su mente, en sus pensamientos. Lo más digno de la persona era su mentalidad. El centurión romano era extranjero en Judea, opresor, conquistador y dominador. Su cuerpo de guerrero impresionaba. 

Sin embargo, buscando una solución para uno de sus siervos más allegados a él, que estaba gravemente enfermo, se encontró con Jesús. Al verlo casi se desanimó en su intento de pedirle ayuda. Jesús venía caminando al atardecer después de un día de actividades. 

Su aspecto cansado, sucio del camino, vestido de forma sencilla, no ocultó la riqueza mental que poseía. El centurión supo verla. Quería mucho a su siervo. Y ese amor le impulsó a descubrir, a través de sus ojos, la maravilla que habitaba en los pensamientos de Jesús. 

Le pidió ayuda por su siervo. Jesús no reparó en que era extranjero, ni conquistador ni soldado. Se fijó en la relación amorosa que tenía hacia su siervo. Y la divinidad siempre responde al amor. Le dijo que iría con él a su casa. El centurión le compartió que no era digno de tal honor. Él era hombre que tenía mando sobre los demás. 

E invitó a Jesús que hiciera lo mismo. Jesús se sorprendió de la capacidad de percepción del centurión. Veía lo que casi nadie veía. La respuesta de Jesús fue la oportuna en esos casos: ‘De acuerdo, hágase como dices’. Al volver a casa, el centurión comprobó que la mejoría de su siervo se produjo en aquel momento. 

Los que no sabemos ver más allá del aspecto físico, olvidamos que lo importante no está en la apariencia, sino en los pensamientos, en el espíritu. “Hay otro punto que debe quedar claro antes que pueda desaparecer cualquier residuo de temor que aún esté asociado con los milagros”. 

“La crucifixión no estableció la Expiación; fue la resurrección la que lo hizo. Son muchos los cristianos sinceros que no han entendido esto correctamente. Nadie que esté libre de la creencia en la escasez podría cometer tal equivocación”. 

“Si se examina la crucifixión desde un punto de vista invertido, parece como si Dios hubiese permitido, e incluso fomentado el que uno de Sus Hijos sufriese por ser bueno”. 

“Esta desafortunada interpretación, que surgió como resultado de la proyección, ha llevado a muchas personas a vivir atemorizadas de Dios. El auténtico cristiano, sin embargo, debería hacer una pausa y preguntarse: “Cómo iba a ser posible esto?”. 

“¿Cómo iba ser posible que Dios Mismo fuese capaz de albergar el tipo de pensamiento que sus Propias palabras han señalado que es indigno de Su Hijo?”. 

Enrique comprendía que lo aparente no era lo importante. Lo maravilloso estaba en la mentalidad nueva de la resurrección. La crucifixión era una metáfora del cambio de pensamiento que ocurría en nuestro interior. 

Se moría a una forma de pensar totalmente equivocada. Y se daba paso a esa nueva mentalidad simbolizada por la resurrección que implicaba una nueva vida. Por ello, entendía mucho mejor ahora esa afirmación: “la crucifixión no estableció la Expiación; fue la resurrección la que lo hizo”.

2 comentarios:

  1. ue hermoso texto, he llegado a conocer la fe de los cristianos y al verdadero Dios de Jesucristo, gracias por este aporte.

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