Daniel se entretenía en su mente con sus recuerdos infantiles. Siempre le habían dicho que Jesús era Dios, que Dios Padre era Dios y que el Espíritu Santo era Dios. Al final se encontraban con tres dioses en un solo Dios verdadero. Un verdadero galimatías. Como no lo resolvían le pusieron el nombre de misterio.
El principio básico de que Dios era uno, Dios era la fuente, Dios era la unicidad, no podía enfrentarse ahora a tres dioses. Lo de los tres dioses ni por asomo podía expresarse. Pero los tres tenían algo similar, algo que los identificaba como una unidad. Los lectores no podían descifrarlo.
Las palabras de Jesús que expresó que Su Padre y Él eran uno desorientaban en su exposición. Otras manifestaciones ponían de acuerdo las diferencias. Había temas que sólo le concernían al Padre. Él no las sabía. Lo cierto que para la mente acostumbrada al cuerpo y al espíritu no podía captar las diferencias.
Era cierto que había unidad entre los tres. Los tres participaban de la misma mente. Pero la falta de cuerpo les ponía difícil captar, comprender y aceptar. Así que con la palabra misterio lo dejaron todo sin resolver porque la mente era incapaz de encontrar comprensión.
“El Espíritu Santo es la Mente de Cristo, la cual es consciente del conocimiento que yace más allá de la percepción. El Espíritu Santo comenzó a existir como medio de protección al producirse la separación, lo cual inspiró simultáneamente el principio de la Expiación”.
“Antes de eso no había necesidad de curación, pues nadie estaba desconsolado. La Voz del Espíritu Santo es la llamada a la Expiación, es decir, a la restitución de la integridad de la mente”.
“Cuando la Expiación se complete y toda la Filiación sane, dejará de haber una llamada a retornar. Pero lo que Dios crea es eterno. El Espíritu Santo permanecerá con los Hijos de Dios para bendecir las creaciones de estos y mantenerlas en la luz de la dicha”.
Daniel empezaba a comprender. Ya no necesitaba la idea de misterio. A través de sus hijas pudo comprender que ellas participaban de la espiritualidad de su esposa y de él mismo. Habían vivido juntos. Se habían educado en la misma línea. Los cuatro miembros de la familia pisaban la misma senda espiritual.
Se podía decir que los cuatro tenían un mismo espíritu. Había unidad entre ellos. Al desarrollarse sus hijas, al casarse, al formar familia, expandieron sus pensamientos. La unidad espiritual se mantenía, aunque la familia aumentaba. De la misma manera, teníamos una hermosa familia con el Padre, con Jesús y con el Espíritu Santo.
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