jueves, agosto 30

LA VOZ NO ES ARROGANTE

Santiago en su niñez había quedado impresionado oyendo hablar una persona adulta con una gran fuerza en su voz que inspiraba miedo y temor. Escuchaba a las personas decir que era un señor arrogante cuando se había marchado. Lo cierto era que no estaba seguro si esa voz nacía de la seguridad interna que nadie debía discutir o de un exceso de autoridad. 

Santiago reconocía que él no tenía muchas seguridades. Dependía de los adultos para orientarse en muchos temas. El respeto a los mayores era algo que se palpaba en el aire. Él, como niño, no podía por menos que respetar esa voz tan intimidante y nada más. 

Le repelía un poco, pero quién era él para atreverse a decir nada. Las caras de muchas personas quedaban con un rictus nada agradable. La preocupación navegaba por los aires e invadía a todas las personas presentes en su discurso. Eran tiempos de obligaciones y no de motivaciones ni de respetos. 

Con el paso del tiempo fue aprendiendo que se podía hablar con seguridad, pero sin intimidar, con seguridad, pero sin acusar, con seguridad, pero motivando a los demás. Esa seguridad unía. La aparente seguridad de aquel hombre no buscaba la unión. Más bien buscaba el miedo y la coacción. 

“La Voz del Espíritu Santo no da órdenes porque es incapaz de ser arrogante. No exige nada porque su deseo no es controlar. No vence porque no ataca. Su Voz es simplemente un recordatorio”. 

“Es apremiante únicamente por razón de lo que te recuerda. Le ofrece a tu mente el otro camino, permaneciendo serena aun en medio de cualquier confusión a que puedas dar lugar”. 

“La Voz que habla por Dios es siempre serena porque habla de paz. La paz es más poderosa que la guerra porque sana. La guerra es división, no expansión. Nadie gana en la batalla”. 

“¿Qué saca un hombre con ganar el mundo entero si con ello pierde su propia alma? Si le prestas oídos a la voz que no debes, pierdes de vista a tu alma. En realidad, no puedes perderla, pero puedes no conocerla”. 

“Por lo tanto, te parecerá que la has ‘perdido’ hasta que elijas correctamente”. 

Santiago, después de leer el párrafo, entendía mucho mejor la diferencia entre el conocimiento, la motivación, la unión y la separación, la arrogancia y la degradación. 

Se podía estar seguro sin oprimir ni amenazar. Sabía que en algunos círculos se tildaba de cobardía esa actitud. Sin embargo, la valentía no era la separación y la degradación de la otra persona. Sabía muy bien que aquel que degradaba a otro ser humano era porque el que atacaba estaba degradado. 

El camino de la unión era eterno. El otro era coyuntural.

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