Lucas se quedaba sorprendido con esas frases que afirmaban lo que realmente éramos nosotros. Por una parte, su interior le decía que era verdad al escucharlas: Tú eres el Reino de los Cielos. Por otra parte, no sentía que era algo que todos los humanos no tuvieran dentro de ellos.
Había pasado, en su proceso de maduración, desde una idea de Reino de los Cielos externo, rico y bello en lo físico, rodeado de sensaciones y brisas encantadoras, a una idea de un estado interno. El Reino de los Cielos era un estado, una forma de pensar, un estado de sentirse pleno y completo.
El Reino de los Cielos era algo interno. Habitaba en la mente, en las entrañas de cada uno y en los latidos del corazón. Este le mandaba al organismo la alegría, el gozo y la armonía. Cada uno podía vivir ese Reino de los Cielos con toda plenitud en su experiencia diaria.
“Tú eres el Reino de los Cielos, pero permitiste que la creencia en la oscuridad se infiltrase en tu mente, por lo que ahora necesitas una nueva luz. El Espíritu Santo es el resplandor al que debes permitir que desvanezca la idea de oscuridad”.
“Suya es la gloria ante la cual la disociación desaparece y el Reino de los Cielos pasa a ocupar el lugar que le corresponde. Antes de la separación no tenías necesidad de dirección”.
“Disponías de conocimiento. Y volverás a disponer de él de nuevo”.
Lucas vislumbraba el camino, el modo, las ideas de ir recopilando en su vida todos esos tesoros que había ido perdiendo por no creer demasiado en él mismo. Los humanos tenían una tendencia a degradarse a ellos mismos. Creerse completos era una idea que expulsaban de su interior.
Era cierto que algunos que tenían un concepto alto de ellos mismos trataban a los demás de débiles mentales y cobardes. Ese tipo de personas no representaban lo que su interior les pedía. Tener la seguridad que éramos el Reino de los Cielos era tan efectivo porque al aceptarlo para nosotros lo aceptábamos para todos.
El que veía el Reino de los Cielos en él, veía el Reino de los Cielos en los demás. Esa era nuestra verdad. Ese era el camino de la plenitud y de la unidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario