domingo, agosto 19

EL ESPÍRITU SANTO ES EL SABER DEL ETERNO

David hablaba agradablemente con aquella persona tan agradable y cordial. Era un gozo intercambiar conocimientos, logros, objetivos y medios de vida y de educación cristiana. Era un descanso poder tener líneas de unión entre los humanos. 

Los corazones vibraban. Las ideas se intercambiaban. Los objetivos se fundían en las dos mentalidades que habitaban en sus cerebros. De momento, saltó una idea en la conversación. Aquel señor decía que la idea de la Santísima Trinidad era algo impensable. Era como pintar a un Dios con tres cabezas. 

Lo cierto era que los que aseveraban la creencia en la Santísima Trinidad la teñían de misterio. Algo que llegaba hasta nosotros, pero que éramos incapaces de captar con la idea de un Dios único. Ideas que chocaban en las mentes racionales, pero con la idea de misterio se le daba un acomodo aparente. 

Esa idea de un dios con tres cabezas no se le olvidó a David. La biblia trataba con aspectos espirituales principalmente. ‘Las palabras que os he dicho son espíritu y vida’, recalcó Jesús. En esa línea de espíritu podía entenderse el mensaje de Jesús. 

“El Espíritu Santo es la única parte de la Santísima Trinidad que tiene una función simbólica. Se le ha llamado el Sanador, el Consolador y el Guía. Se le ha descrito también como algo ‘separado’, aparte del Padre y del Hijo”. 

“Yo mismo dije: ‘Si me voy os enviaré a otro Consolador que morará con vosotros para siempre’. Su función simbólica hace que Él sea difícil de entender, ya que todo simbolismo se presta a diferentes interpretaciones”. 

“Como hombre, y también como una de las creaciones de Dios, mi recto pensar, que procedió del Espíritu Santo o Inspiración Universal, me enseñó en primer lugar y, ante todo, que esta inspiración es para todos”. 

“Yo mismo no hubiese podido gozar de ella de no haber sabido esto. La palabra ‘sabido’ es apropiada en este contexto porque el Espíritu Santo está tan próximo al conocimiento que lo evoca que facilita su llegada”. 

“He hablado anteriormente de la percepción elevada o ‘verdadera’, que está tan próxima a la verdad que Dios Mismo puede salvar la diminuta brecha que hay entre ellas”. 

“El conocimiento está siempre listo para fluir a cualquier parte, pero no puede oponerse a nada. Puedes, por consiguiente, obstruirlo, pero jamás perderlo”. 

David veía que ya no necesitaba tener un Dios con tres cabezas. El Espíritu Santo era el conocimiento del Eterno que pasaba a su Hijo y a todos los seres humanos creados. 

David veía que en su mente luchaban dos tipos de pensamientos. Uno que iba por el camino de lo más excelso y eterno. Otro que iba por la destrucción y la separación entre la criatura y su Creador que no podía, por consiguiente, ser eterno.

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