jueves, agosto 23

CURAR ES REPARAR

Guille tenía muy presente las heridas que había tenido en sus manos o en cualquier parte de su cuerpo. Saber que la piel se renovaba ofrecía la oportunidad de que muchas señales de las incidencias habidas se disimulaban o desaparecían. Algunas no dejaban ninguna huella. 

El ser humano que era un compuesto de una parte exterior, cuerpo, y una parte interior, pensamiento y sentimiento, podía curar tanto lo externo como lo interno. A veces se podían ver ciertas señales que indicaban que había pasado algo en la piel. Ciertos comportamientos indicaban que algo había pasado en el corazón. 

Son dos aspectos que en ocasiones olvidábamos en nuestras reflexiones. Sin embargo, las vivíamos con una fuerza sin igual cuando lo interno quedaba afectado, no recuperado, no curado, no superado. El desequilibrio nos definía y nos distorsionaba nuestras emociones y nuestras sensaciones. 

La paz se había evaporado. El dolor interno hacía su agujero negro que impedía la alegría y la aceptación. Lo esencial de nuestras almas inarmónicas y la falta de serenidad se reflejaba. 

“Curar no es crear, es reparar. El Espíritu Santo fomenta la curación mirando más allá de ella hacia lo que los Hijos de Dios eran antes de que la curación fuese necesaria, y hacia lo que serán una vez que hayan sanado”. 

“Esta alteración de la secuencia temporal debería resultarte familiar, ya que es muy similar al cambio que el milagro produce en la percepción que se tiene del tiempo”. 

“El Espíritu Santo es la motivación para alcanzar la mentalidad milagrosa: la decisión de subsanar la separación renunciando a ella. Tu voluntad se encuentra todavía en ti porque Dios la ubicó en tu mente, y aunque puedes mantenerla dormida, no puedes destruirla”. 

“Dios mismo mantiene tu voluntad viva al transmitirla desde Su Mente a la tuya mientras perdure el tiempo. El milagro mismo es un reflejo de esta unión de voluntades entre Padre e Hijo”. 

Guille se abría a su Padre con toda su ilusión y con todo el agradecimiento de su corazón. Era un Padre que no había dejado nada al azar. La estrecha relación del Padre Celestial con su Hijo quedaba evidente. 

“Tu voluntad se encuentra todavía en ti porque Dios la ubicó en tu mente, y aunque puedes mantenerla dormida, no puedes destruirla. Dios mismo mantiene tu voluntad viva al transmitirla desde Su Mente a la tuya mientras perdure el tiempo”. 

Las acciones del Padre dejaban a Guille boquiabierto. Dios ubicó Su voluntad en nuestra mente como nuestra voluntad. Podemos olvidarnos y dejarla dormida pero así y todo no se autodestruye. El Padre mismo mantenía la voluntad viva al transmitirla desde Su Mente a la tuya. 

Nada podía ser tan relacional, lleno de cariño, de afecto y de identificación al saber que nuestro Padre nos hacía partícipes de Su mente al transferirla desde Su Mente a la nuestra.

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