sábado, agosto 4

LA CONCRECIÓN NOS QUITA LA VISIÓN

Adolfo se quedó estupefacto cuando descubrió la facilidad con que se podía cambiar la relación con una persona. Si alguien de nuestra confianza nos habla bien de una persona, nos quita todas nuestras prevenciones y le abrimos de forma natural nuestras puertas interiores a esa persona. 

Si en cambio, nos hablan mal y la tacha de una persona peligrosa y dañina, cerramos por propia protección nuestras puertas y le cerramos todo acceso de confianza a nuestro interior. Lo peor del caso era que las informaciones que recibíamos podían ser reales o ficticias. El ego las utiliza y ejercía su acción por igual. 

Cierta vez Adolfo leyó un libro en ese sentido. La palabra ‘enemigo’ era una palabra capaz de suscitar todos los miedos en nuestras fortalezas interiores. Se debían cerrar todas las avenidas por las que se podían entablar relaciones con esa persona. No importaba que esa persona fuera inocente. 

Las palabras y las informaciones tenían un efecto bien palpable en nuestro interior. Sus efectos eran muy importantes. Por ello, los grandes maestros y grandes sabios en el terreno de la sabiduría decían: ‘No creas todo lo que te dicen. No les des toda tu confianza a una persona. Puede estar equivocada’. 

“Está claro que, si bien el contenido de cualquier ilusión particular del ego es irrelevante, su corrección es más útil dentro de un contexto específico. Las ilusiones del ego son muy concretas, aunque la mente es naturalmente abstracta”. 

“Parte de la mente, no obstante, se vuelve concreta al dividirse. La parte concreta cree en el ego porque el ego depende de lo concreto. El ego es aquella parte de la mente que cree que lo define tu existencia es la separación”. 

Adolfo comprendía un poco mejor la tendencia del ser humano a creerse todo lo que recibía y, en especial, a las informaciones que nos separaban los unos a los otros. 

La idea de las diferencias físicas con los demás, diferencias verbales, de idioma, diferencias de clase social, diferencias de costumbres, en lugar de acercarnos con una riqueza estupenda, nos separaba porque lo que definía nuestra existencia era la separación. Esa era la idea concreta del ego.

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